miércoles, 30 de abril de 2014

EL JEAN SINBOL (O SIN BOLSILLOS, O LEVANTA COLA)

Reflexiones sobre el diseño y la moda popular colombiana y nuestra definición de estética femenina

Por Camilo Herrera mora
@consumiendo
Presidente de RADDAR Consumer Knowledge Group
Director del Observatorio de Moda RADDAR – Inexmoda
Especial para VICE
Abril de 2014

Meses atrás un amigo mexicano me mando una foto de un mercado popular en Ciudad de México donde se vendía “Jeans Levanta Cola Colombianos”, y me preguntaba si esto se conocía en Colombia. Le conteste que sí y que sin duda eran un fenómeno popular en el país, y que ya había cruzado las fronteras.

¿Qué es un jean levanta cola, o sin bolsillos o sin-bol?, no es otra cosa que una prenda que resume la evolución de moda y la confección nacional de los últimos años; hablar de esto es incómodo y por eso prefiero expresarme en términos directos y sin rodeos, donde espero no ofender ni molestar a nadie, sino simplemente dar mi opinión: el jean simbol es la mejor expresión de nuestra definición estética popular: mujeres sensuales, con curvas abundantes y con actitud, seguridad y aceptación de su figura; por eso es un jean apretado, que comenzó a finales de los ochenta con diversas modificaciones llegan al descaderado con uno o dos o tres botones adelante, dependiendo que tanta piel se deseaba mostrar; de allí lentamente se fueron eliminando los bolsillos posteriores, dejando ver en su mejor expresión la cola de las mujeres, lo cual causó un curios debate entre algunos círculos estéticos del país, que no veían grandes problemas en enseñar el vientre pero si forrar las formas puras de las nalgas; paso seguido, los diseñadores de jeans del Hueco de Medellín y de San Victorino de Bogotá, lograron un desarrollo fundamental, que fue vincular a este proceso una moldura que permitió realzar aún más las formas posteriores de la mujer, dándole volumen y estética.

Esto ha llegado a un jean que es mostrón, sensual, con carácter y que grita en cada una de sus costuras que la colombiana es una mujer de curvas, sensual y con una gran autoestima; muchos dirán (y con una buena dosis de razón) que esto es simplemente un producto más del machismo y el chovinismo de los colombianos, pero la verdad es que su éxito no se puede explicar por estas razones.

Un buen ejemplo de lo que hay detrás de esta prenda son dos declaraciones que se pueden obtener fácilmente en una simple búsqueda en google; la primera es el editorial de El Tiempo tras la muerte del Nobel que “García Márquez supo reconocer que el torrente incontenible de la cultura popular es el padre y la madre de todas las artes”, y que esto en Colombia llega a niveles particulares, lo cual es fácilmente se expresa en la declaración de Sofia Vergara a la revista Women's Health: “Soy latina y en nuestra cultura, nos vestimos para ligar o para nuestros novios o maridos, no lo hacemos para impresionar a otras chicas. Prefiero morir que utilizar pantalones vaqueros de estilo 'boyfriend' [pantalones anchos de corte masculino]. Eso no quiere decir que tengas que ser perfecta o tener unos abdominales maravillosos, pero no se puede andar por casa sin sujetador y con los pechos colgando", sentenciando en un tono de mamagallismo propio de nuestra identidad, que no es otra cosa que “entrarle a las cosas más fastidiosas como si no las estuviéramos tomando en serio, por miedo a la solemnidad” como indico el fallecido Nobel.

Por esto para abordar el incómodo tema del jean simbol, vale la pena mirar las dos caras de la moneda de la moda en Colombia; la primera cara es la formal, el deber ser y la que muchos desearán que fuera, porque simplemente es cómoda, es universal, es sumisa y olvida nuestra propia identidad. Me refiero a la moda planteada por las pasarelas y las grandes marcas mundiales, que definen un gran universo del negocio de las prenda, y a su vez el concepto mismo de la belleza femenina, que se plantea desde el genotipo europeo. Esta tendencia es fuertemente aceptada en diversos círculos de nuestro sistema moda y es claramente defendido por una aristocracia que prefiere esta propuesta, quizá porque quiere ser más europeo que colombiano.

La otra cara de la moneda, es aún más incómoda, porque tiene que ver con un pasado violento que tenemos. Hasta donde me he formado una opinión, la moda popular en Colombia es la fusión de 3 grandes fuerzas que nos han llevado a ser una industria única y naciente en el entorno mundial. La primera fuerza es lo que llamo la narco-estética, que es una estética de la abundancia, debido a que la riqueza rápida causó la necesidad de ostentación, que llego a definir una silueta femenina y una actitud definida en ciertas mujeres colombianas, donde las grandes curvas, las prendas apretadas y la necesidad de resaltar la sexualidad fueron fundamentales; la segunda fuerza son las sofisticadas semanas de la moda, que han permitido que la moda nacional pueda adaptar tendencias, materiales y procesos adaptándolos a la realidad del mercado y no a los dictámenes europeos; finalmente la tercera fuerza es el contenido étnico, artesanal y autóctono que ha permeado el diseño aportándole color y vitalidad. Así, nuestra definición de estética y quizá de moda misma, viene de un proceso complejo y no simplemente de adaptaciones locales de las tendencias mundiales.

Hace poco en un debate sobre este tema en la semana de la moda del GranSan en Bogotá,  Lux Lancheros recordaba el revuelo mundial que se dio con la aparición en la portada de Vogue de Kim Kardashian, ya que para mucho ella es más un símbolo de mal gusto que un icono de moda como aquellos con los que la revista nos tiene acostumbrados; la verdad es que es la aceptación de un fuerte cambio en la definición de la belleza de la mujer y el mismo concepto de la sensualidad, situación que tiene influencias latinas, indias e inclusive negras: las curvas han vuelto al juego, y nuestros indígenas buscaban esto, como se puede apreciar en cualquier museo y cabe recordar Marilyn Monroe no era flaca.

Así, algunos dicen que nuestra moda se debate entre lo sofisticado y lo vulgar, cuando realmente lo que ocurre es que existen nichos de mercado diferentes, gustos particulares y necesidades claras que deben ser satisfechas; para comprender estas dimensiones en útil anotar que en 2013 en Colombia se vendieron más de 52 millones de pares de jeans, y de esos no más del 15% fueron en prendas de marcas globales.

No es claro cómo nació este producto o este mundo de productos del jean colombiano, algunos dicen que fue desde Stop Jeans - una empresa paisa, otros afirmar que fueron otros, pero lo cierto es que hoy más de 5.000 empresarios han desarrollado este mercado y tienen una demanda creciente.

De este proceso de formación estética cabe resaltar a tres empresas que surgieron de esta narco estética y han logrado consolidarse como marcas, empresas y casos de éxito indiscutibles: Tarrao (ropa interior masculina), Besama (ropa interior femenina sensual) y Studio F, que potenció el jean simbol con una estilización propia, poniéndolo en un nivel estético más elevado y en diversos mercados del mundo.

Sin duda usar esta prenda requiere carácter y una autoestima grande, y no podremos evitar que personas con figuras que no nos gusten la usen, pero cada vez está más cerca que el jean sinbol sea tan relevante como la tanga brasilera en el mercado mundial.

¿Cómo somos los colombianos? Una guía inicial para aprovechar las diferencias y hacer negocios de la mejor manera

En los últimos años, la percepción sobre los colombianos ha cambiado radicalmente; hace 20 años nos veían como un país inviable, inseguro, poco rentable y claramente sin las condiciones para invertir en él. Cada vez que salíamos del país nos preguntaban por la guerra, la droga y con alguna bondad por el café; hoy nos indagan por el milagro económico que hemos tenido, por las multilatinas que se han desarrollado, por la reducción de la pobreza, nos preguntas por cantantes, artistas, científicos, empresarios e inclusive por el café.

A los colombianos ya no nos da pena decir que somos colombianos en el exterior, ya no nos piden una fila a aparte para pasar por rayos x en los aeropuertos, y de una u otra manera, ya no somos vistos como personas peligrosas.

Por esto es que Colombia está hoy en el mapa mundial, porque tenemos potencial, capacidad y recursos, y nos hemos convertido en el destino de las inversiones mundiales porque aumentamos la clase media, duplicamos la clase alta y reducimos la pobreza.

Más, entrar a este mercado ha sido muy difícil para muchos y algunos han fracasado en el intento, quizá por arrogantes, por falta  de estudio o que no era el tiempo indicado, otros por el contrario han comprendido más como son las cosas y han tenido éxitos increíbles.

Por esto si quiere aprovechar las oportunidades en nuestro país, entienda que se enfrenta a un mar de diversidad increíble, con muchas cosas en común con el mundo, pero con diferencias enormes, que al final son el gran secreto del éxito.

¿POR DONDE COMENZAR?

Si mañana la humanidad llega a otro planeta y hay una civilización desarrollada, sin duda hay tres preguntas fundamentales que se deben responder para poder saber cómo actuar: ¿Qué tan parecidos somos a ellos en costumbres, en protocolos, en objetivos?, ¿nos consideran enemigos?, y ¿Cómo se han desarrollado tan exitosamente sin destruirse?

Estos planteamientos hechos por Carl Sagan, nos dan el marco para pensar cómo aprovechar un nuevo mercado, partiendo de la premisa de comprender que “no son como nosotros”, sino que seguramente “somos como ellos”, como bien lo planteaba Quino en una de sus caricaturas.

El colombiano es parte del mundo y por ende tiene muchas cosas de él, pero adaptadas y ajustadas según su necesidad y conveniencia. Es claro que en lo básico somos iguales: todos comemos, nos vestimos y dormimos, tenemos deseos, somos vanidosos y deseamos lograr unas metas, y desde ahí cualquiera podría decir que es fácil entrar a un mercado, si ya tenemos experiencia y éxito en otro; más eso es asumir que si conocemos lo mínimo en común podremos comprender a los demás, y realmente el secreto de éxito está en las diferencias.

Sagan pensó el tema a nivel de civilizaciones alienígenas, pero Lin Yutang y Richard Lewis es su libros “La Importancia de Vivir” y “Cuando las Culturas Chocan”, nos dan importantes herramientas para comprender rápidamente a la cultura y comprender sus protocolos sociales, logrando así cumplir con la máxima “a donde fueres has lo que vieres”.

Por esto para comprender el mercado colombiano es necesario tener un mapa del país que muestre su geografía, montañas, ríos, carreteras y valles, que solo al verlo causa el impacto necesario: “esto no es tan simple como pensé”.

¿SOMOS DIFERENTES?

Es claro que un Norteamericano es completamente diferente a un Británico, pese a la gran cantidad de cosas que tienen en común, al igual que un Portugués y un Brasileño, o un Francés y un Martinico. Estas diferencias se deben a que los procesos históricos, climáticos y de oportunidades han sido únicos y que nos han marcado profundamente.

Los colombianos tenemos influencias de muchas regiones del mundo, donde la cultura española nos prima fuertemente, y si partimos de ahí, es claro que los españoles que llegaron a Colombia en el siglo XVI, eran católicos, hablan español, obedecían a la corona, pero tenían influencias judías, moras, francesas e inclusive italianas, que moldearon a ese conquistador que nos impuso su cultura. Estos españoles cambiaron en el país, no solo por nuestra diversidad sino por las grandes diferencias de condiciones, y comenzaron a contruir una sociedad con características únicas, donde se presentó de manera común una situación particular, como bien lo plante Emilio Yunis (reconodido genetista colombiano) en su libro “¿Por qué somos así?”: el colombiano (bien fuera criollo o mulato) siempre busca la forma de hacer las cosas fácil y ganando mucho y rápido, como bien ha sido caracterizado por los personajes ladinos como el Lazarillo de Tormes o el Buscón de Quevedo; algunos llaman a esto malicia indígena, otros culpan a los españoles que llegaron (que en su mayoría eran presos ibéricos), pero más parece que la situación se debe a un tema cultural: todo el que llegaba a América buscaba El Dorado (una enorme riqueza) para ser rico, y esta cultura nos afectó mucho, y desafortunadamente se potenció con la presencia de los carteles de narcotráfico.

Igualmente, esto ha causado la continua búsqueda del precio más bajo, no porque asi se desee sino porque se considera que en muchos casos el vendedor vende más caro para tener más margen, y de aquí salen términos como “rebaja”, “cuánto vale y por qué tan caro”, y “ñapa” (que es un producto adicional por una compra).

Estas reflexiones sirven para comprender que existen aún algunos colombianos que buscan los negocios de corto plazo, de márgenes altos y con poca responsabilidad e involucramiento, pero afortunadamente las nuevas generaciones son más dadas a construir un patrimonio sólido que a ser ricos de la noche a la mañana.

¿COMO SOMOS LOS COLOMBIANOS?

Colombia es un país de regiones y de ciudades, por esto pensar en un consumidor o comprador promedio es simplemente imposible. Nuestro país está geográficamente dividido de una manera tal que nuestro proceso histórico de urbanización que nos dejó con 24 ciudades por encima de 250.000 habitantes en 2012. Esto causa que más allá de los fenómenos culturales que nos diferencian como paísas, costeños, pastusos, llaneros, vallunos o cachachos entre otros, la altura geográfica, la cercanía al mar y las siembras de tubérculos cambian completamente nuestro consumo y por ende nuestras compras.

Las razones de compra son tan diferentes en nuestras ciudades que exige que para cada ciudad definamos estrategias diferentes de comercialización y definición de productos.

Mucho se ha discutido en Colombia sobre cuál es el plato típico de la nación y las respuestas favorecen a la región donde se pregunte; pero quizá la mejor aproximación se encuentra en las cartas de indias donde se puede extraer un texto que muestra que las tropas españolas comenzaron su ruta en el país en la costa y avanzaron sobre el rio magdalena hasta subir a montaña; en el trascurso de este viaje, el ejército intentaba hacer una sopa conocida como la olla podrida, que no es otra cosa que un cocido de tubérculos, verduras y algún animal domesticado, que se encontraran en la región y se ponía a hervir; lo cual dicen los historiadores es el origen del sancocho, la changua y el ajiaco; y que cuando las tropas se movían, secaban la sopa y la envolvían en hojas de plátano y este podría ser el origen del tamal; acompañado de una imitación del pan que aprendieron de los indígenas, que era con maíz: la arepa .

El colombiano tiene fundamentado su consumo de alimentos en una fuerte carga de carbohidratos debido quizá a este proceso de colonización.

Por otra parte, la estructura de compras por ciudad es muy diferente que la que se observa en el total del país, por tres razones fundamentales: diferencias térmicas, momentos de desarrollo urbano en tiempos distintos y procesos culturales e  históricos.

La estructura de gasto en el país se fundamenta en tres componentes fundamentales: cultura, ingreso y condición climática. Culturalmente es claro que nuestras regiones son muy diversas y cabe anotar que hablamos de por lo menos dos tipos de zonas en cada región (la rural y la urbana); esto conlleva que cada zona del país ha tenido procesos de urbanización que han transformado las regiones, como se puede apreciar fácilmente en la sabana de Córboda o en la meseta cundiboyasence, donde los procesos migratorios modificaron los gustos y preferencias de consumo. Situación que afecta el nivel de ingreso de cada región, logrando procesos de intercambio entre ellas que ha modificado el entorno de oferta y demanda, transformando profundamente las preferencias de los compradores, al punto de lograr algunos niveles de homogenización en las canastas de hogares, la presencia de marcas antes regionales a nivel nacional y la oportunidad de conseguir productos regionales en diversas ciudades del país, favoreciendo a aquellos que ha cambiado de ciudad en su proceso de desarrollo personal .

Esta realidad se acompaña de tres grandes instituciones que nos rigen culturalmente: Dios, Patria y Hogar, lo que evidencia el peso de creer en Dios (con serias dudas sobre la iglesia católica), el sentido patrio sobretodo en el proceso de construcción de nacionalidad (que más se nota en el apoyo a la selección de fútbol que al proceso de paz) y es fundamental comprender, que a diferencia de muchos países en el mundo, la familia es el centro del colombiano.

La religión – y algunos procesos políticos – nos han esculpido como una sociedad moderadamente dócil y que fácilmente acoge los mandatos de otros más fuertes, pero esto no se debe confundir con que hacemos todo lo que se nos diga, por el contrario esto nos ha moldeado como una sociedad que sufre mucho de la forma, del protocolo, del “qué dirán”, y por esto caemos en los excesos de atenciones con los demás, e inclusive en lo expresamos en nuestros modismos cotidianos al preguntarle a las personas “hola, ¿Cómo estás?”, frase común para nosotros y muy incómoda para muchos extranjeros, que no entienden por qué se quiere saber por su salud. Así, nuestras creencias religiosas nos moldearon para ser dóciles, como es evidente en Boyacá, donde el uso del apelativo “sumercé”, claramente es una abreviación de la condición “su merced”, que es una herencia propia de la colonia española que fuimos.

La identidad patria la hemos construido por los triunfos colectivos y por negaciones de las pérdidas comunes. Las Selección Colombia de Fútbol es el mayor cohesionador social que tenemos, no solo por las alegrías que nos brinda, sino porque de una u otra manera ha ocultado la parte oscura de nuestro pasado y realidad: la guerra. Hoy más del 70% de los colombianos nacieron en medio del conflicto, y no saben que es un día de paz, y por esto buscamos alegrías y bienestar en lo colectivo que nos queda. Así, la construcción de nuestro Estado-Nacion está en proceso, pero nuestra identidad ya se ha consolidado en un crisol de folclor, costumbres, celebraciones y creencias que nos hacen únicos.

La familia es el motivo, apoyo y fuerza del colombiano. Cada decisión de nuestra vida la consultamos con nuestra familia, hacemos cosas juntos, pensamos en cómo ayudarnos continuamente y pese a que como hermanos hayan peleas inevitables por las vanidades personales, siempre nos apoyamos; el tejido social colombiano está fundamentado en la familia, de alguna manera similar al sur de Italia como lo demostró Robert Putnam en sus estudios de capital social, lo que nos diferencia es que nuestro tejido es muy pequeño pero cada vez más extenso: nuestras familias no son muy grandes, pero han migrado por todo el país, y eso hace que tengamos familiares en casi todas las ciudades de Colombia y esto enriquece las familias y claramente modifica a las generaciones por venir.

Este vínculo familiar es la base de las empresas y el patrimonio, porque nuestros primeros negocios son con personas cercanas, y esto se marca en nosotros de por vida, y conlleva a que la relación con nuestros socios el futuro tenga un componente de amistad muy importante.

Existe un mito que tiene mucho sentido: se dice que el colombiano de clase baja quiere ser mexicano (y quizá hoy venezolano), el de clase media norteamericano y el de clase alta, europeo; esto nos muestra que nuestro país tiene claras influencias regionales, norteamericanas y del viejo continente que aún causan impactos en nuestras decisiones de compra, de inversión y de sueños, que fueron estructurados por dos campañas publicitarias del siglo pasado: todo debe ser “bueno, bonito y barato”, y la meta es tener “casa, carro y beca”, y estas 6 condiciones se deben cumplir según el entorno latino, gringo o europeo de nuestras aspiraciones.

Otro sueño fundamental del colombiano es viajar. Esto se debe a dos situaciones: queremos ver un mundo mejor que el de nuestra realidad y buscar nuevas oportunidades, y que el colombiano vive entre montañas y sueña con conocer el mar. Estos sueños son motores muy importantes en la lucha diaria del colombiano y causan que día a día el colombiano trabaje para cumplirlos, por eso se nos reconoce como una país de luchadores y emprendedores, porque sin importar si hay empleo o no, buscamos la forma de lograr vivir bien y cumplir nuestras metas.

¿CÓMO SOMOS POR REGIONES?

Claramente esto requeriría un libro para poder explicarlo, pero de una u otra manera se puede hablar de 5 grandes regiones en Colombia: La costa atlántica, La costa pacífica, Los llanos Orientales, la amazonia y la región andina; pero esta división geográfica no muestra casi nada de nuestras identidades que son mucho más diversas que eso, pero sin permite comprender una serie de situaciones.

Las personas de la costa atlántica son conocidos como costeños, que reúnen a las personas que efectivamente viven al lado del mar y a los que viven en la sabana (algunos costeños no estarían de acuerdo con esto); son personas muy amables, cariñosas, confiadas, alegres y fiesteras; su vínculo con el mundo por ser puerto, con la sangre negra de los esclavos, las migraciones europeas, judías y turcas les dan una personalidad muy especial: son alegres, hablan fuerte, se ríen mucho y son grandes comerciantes. Quizá son asimilables a algunos brasileños pero con fuertes diferencias. Un costeño habla de frente, dice las cosas como son y son grandes empresarios; en Colombia se dice que son perezosos y quizá algunos lo son, pero aquellos que deciden luchar por sus sueños, simplemente conquistan el mundo: Julio Mario Santodomingo, Gabriel García Márquez, Shakira, Edgar Rentería entre otros.

Caminando hacia el sur, encontramos a los paisas; esta ubicados en la zona noroccidental del país, con costas en ambos mares, pero sin puertos, y con una fuerte expansión de su población hasta el centro del país. Hoy son la potencia cafetera, industrial y comercial de Colombia, porque de sus raíces y montañas nació la caficultura colombiana, la mayoría de la industria y la principal cadena comercial del país y el banco más grande. Son personas amables, grandes marketeros y vendedores, que por su historia entre montañas sin comunicación, aprendieron a confiar más en los suyos que en los demás. Hacer negocios con ellos es fácil: nacieron para hacer negocios y para ser vendedores. Grandes colombianos vienen de allí como Fernando Botero, Hernán Echavarría, Varios expresidentes y muchos jugadores de futbol, su gran pasión.

A su lado quedan los chocoanos, que son la cultura económica menos beneficiada del país. Es la raza negra más fuerte que tenemos y que por razones del centralismo político de la capital y por un claro racismo en nuestra historia han tenido un menor desarrollo; para entenderlos hay que comenzar diciendo que son negros, alegres, musicales, simples, joviales, pero muy desconfiados porque históricamente les hemos fallado.

Debajo de ellos viene los vallecaucanos, la élite sociocultural de los colombianos. La región del Valle del Cauca esta llamada a ser la “California” colombiana por su diversidad de sembrados agrícolas como el azúcar, y por una clase dirigente de los mejores niveles del mundo; desafortunadamente al igual que a los paisas, el narcotráfico los transformo de maneras profundas; son grandes estrategas, deportistas, es una cultura potente que está volviendo a despertar; hablan duro, seco, con un lenguaje propio. Fuertemente religiosos, familiares y emprendedores.

Limitan con dos culturas muy importantes de nuestra identidad. Los pastusos y los opitas. Los pastusos son la gente del sur del país, que tienen un sentido de tradición muy importante, debido a que fueron parte fundamental de la república española, y fueron aislados de muchas de las situaciones nacionales por defender la monarquía y por su distancia geográfica. Algunos dicen que son los “gallegos” colombianos, y hay millones de chistes sobre su inocencia, pero esto es solo de palabra, son grandes empresarios agrícolas y comerciantes de frontera, y saben ser rentables por medio de la humildad y el trabajo duro.

Los opitas, son los habitantes de la parte baja del rio Magdalena. Son una cultura recia, liberal, casi reaccionaria, y con características autóctonas muy fuertes. Son grandes agricultores, en especial de cultivos como el arroz, y son el centro de las ferias y fiestas más tradicionales de mitad de año en el país. Son personas amables, de puertas abiertas, calidad y grandes cocineros. Como empresarios son muy familiares, heredando patrimonio y conocimiento a la siguiente generación; con el clima que tienen se debería parecer a los vallunos y a los costeños, pero la similitud de altura térmica no se aprecia ni en su vestuario.

A su lado están los cachacos. Son la gente del centro del país, incluyendo a Bogotá, y esto hace que su desarrollo haya sido diferente al del resto del país. No son puerto y por esto los productos importados llegan con dificultad, pese a ser el mercado más grande e importante del país; es la sede del gobierno nacional y por eso su desarrollo ha sido beneficiado. El cachaco es tradicional y viste en tonos oscuros por el clima, y si bien son muy formales, sufren de eso mismo: es común que un cachaco se extienda en atenciones y buenas intenciones, porque el protocolo y la forma les es fundamental, pero caen el olvido o desinterés fácilmente, por esto es fundamental hacerles mucho seguimiento en los procesos.

Los santandereanos, una raza recia, luchadora y muy racional. Son quizá el mercado más complejo del país, porque son negociantes y compradores apegados a las decisiones tradicionales y altamente racionales, como el costo y el precio. Su industria se ha desarrollado desde la avicultura, el petróleo y la ropa infantil, dejando una historia empresarial importante y una casta de empresarios que empieza a surgir en el país.

Los Llaneros o los vaqueros colombianos, que pueblan las estepas de los llanos orientales. Son una población muy diversa por el gran territorio que habitan y la baja densidad poblacional que tienen; son grandes terratenientes o personas de jornada, que habitan enormes extensiones con el olvido del estado; las cordilleras los aislaron geográficamente y el país los aisló políticamente como a los chocoanos.

La gente de la Amazonia, que realmente son un crisol de razas y razones, sin mucho en común más allá de la selva. Hay colonos, madereros, indígenas, brasileños, ecuatorianos, peruanos y hasta buscadores de tesoros; la verdad estamos en deuda de entenderlos más.

Así es claro que Colombia, como cualquier país del mundo no es una cultura homogénea. Alguna vez en un ejercicio no científico se dijo que si quiere armar una empresa en Colombia tenga a un caleño o valluno como presidente por su capacidad estratégica, a un paisa en comercial y mercadeo, a un cachaco de financiero, a un costeño de jurídico y a un santandereano de jefe de compras; quizá es solo un mito, pero sin duda tiene sentido.

¿CÓMO HACER NEGOCIOS CON ESTOS COLOMBIANOS?

Si quiere hacer negocios con un colombiano, es fundamental saber con qué colombiano está hablando, como se mencionó anteriormente; si lo quiere de cliente, sus razones de compra, objetivos, cultura e historia definirán sus preferencia, relaciones con precios y promociones, y la escogencia de marcas; si su relación será de socio, los componentes culturales será muy importantes.

Claramente en un artículo es muy difícil ahondar en un tema tan complejo, pero estas consideraciones son importantes para negociar con un colombiano:

1.      El Colombiano no lo va a robar ni a defraudar, pero inicialmente estará tentado a sacar ventaja;  la mejor opción es ser muy claro en el proceso, mostrar los datos del negocio como son y dejar claramente escrito todo; no desconfié del colombiano, pero el si desconfía de todos, y por eso es mejor dejar todo claro desde el comienzo.
2.     Los Colombianos somos afectuosos – sobre todo si es costeño. No va a respetar su espacio personal, lo va a tocar y abrazar sin ningún problema; no considere esto como un atrevimiento sino como nuestra forma de demostrar confianza.
3.     Tendemos a adular, porque de una u otra manera consideramos que lo de otros países en mejor, más también nos gusta que nos reconozcan nuestras capacidades y fortalezas; es como un baile: se alaga para ser alagado.
4.     Somos formales, nos gusta el protocolo y la forma, y por eso le daremos mucha importancia a eso en eventos, reuniones y lenguaje; desafortunadamente no tenemos la cultura del tiempo y la puntualidad, por esto no se tensione si no se cumplen las horas de las reuniones.
5.     A los Colombianos nos gusta el estatus, la elegancia y el reconocimiento; quizá como herencia de la corona española o solamente por vanidad, pero es claro que los negocios que nos aporten esto tienen una ventaja importante.
6.     Siempre adapte culturalmente sus estrategias a las costumbre y tradiciones de cada región; esto le dará mejor éxito, porque los beneficiados se sentirán tenidos en cuenta, pero asegúrese de poner un toque de estilo extranjero en la oferta de valor para lograr generar mayor bienestar percibido.

Nota al pie: sin duda muchos compatriotas leerán esto y estarán o no de acuerdo; mi intención es mostrarnos lo más real posible y no como quisiéramos ser, o como desearíamos que nos vieran: el mejor paso para mejorar es aceptarnos; sin duda caigo en muchas generalidades, simplificaciones y paradigmas, pero nuestra realidad es más compleja que simplemente decir que tenemos el mejor café del mundo, pero no lo sabemos tomar.

¿NOS SIRVE LA MACROECONOMÍA EN MARKETING?, Columna para PyM

Hace unos días debatía en Portafolio que es necesario que los economistas aprendan marketing, para comprender mejor el mundo de las preferencias y hacer políticas económicas menos generales y más enfocadas a mejorar la satisfacción de las necesidades haciendo uso de la segmentación; argumento que tuvo buena acogida, pero en muchos casos sentí en sus miradas esas palmaditas en la espalda que algunas veces nos han dado.

Más allá de sentirme vencido por mi potencial fracaso como evangelizador en tierras ortodoxas, quiero traer el debate al mundo del marketing en el sentido contrario, sabiendo de antemano que se me darán más palmadas en la espalda que aplausos.

Es simple: un marketero que no entienda el uso de las mediciones macroeconómicas y tenga claridad en las políticas económicas, no hará un buen mercadeo ni tendrá poder en la empresa. La economía entendida como el Producto Interno Bruto es el reflejo de las decisiones de las personas en un entorno normativo de producción, comercio y consumo, y si no lo comprendemos al detalle, seguramente nuestras estrategias se estrellaran contra la realidad pese a ser estupendas en el papel.

Quizá lo más importante de entender de la macroeconomía (y que no es una cosa que a los economistas nos guste aceptar mucho) es que pese a estar en un libre mercado, realmente estamos en un mercado regulado, y esto limita de manera dramática la acción de los agentes económicos; las regulaciones económicas vienen en dos tipos fundamentales: las leyes y las regulaciones variables. Las primeras mayormente las conocemos como en el caso del comercio internacional donde sabemos que arancel paga nuestra competencia, que impuestos tenemos o bien que políticas subsidiarias nos afecta o favorecen. Mientras que las regulaciones variables, que sin duda son mucho más complejas y son las que más no afectan no las estudiamos ni comprendemos, como en el caso de la fijación de tasas de interés.

Cambiar las leyes es lento y tedioso, y siempre hemos dejado este proceso de lobby a los gremios, pese a conocer las consecuencias de leyes como Habeas Data y Estatuto General del Consumidor; más el cambio de la tasa de interés es una decisión político técnica que toma la Junta Directiva del Banco de la República cada mes, en adición a otras políticas monetarias, que por considerarlas lejanas, simplemente no las estudiamos y obviamente perdemos muchas oportunidades en esto.

Hay cuatro grandes variables macroeconómicas que debemos estudiar continuamente: el PIB, La inflación, el desempleo y las tasas de interés; de una u otra manera son las 4p de la macroeconomía, y logrando el mix correcto la calidad de vida de la población mejora usando de la mejor manera los recursos existentes.

El Producto Interno Bruto, es el reflejo de dos cosas al mismo tiempo: el valor agregado que pudimos producir y las condiciones de la demanda; por alguna razón le hemos tenido fastidio a saber qué pasa en la economía pero proclamamos a grito herido que producimos valor agregado; pues bien, el PIB es la medición de la suma de la producción del valor agregado de todas las industrias y cada trimestre nos da información fundamental sobre el comportamiento de nuestro sector, dejándonos ver si producimos más o menos valor que nuestra categoría. ¿Cómo se entiende el dato a nuestro favor?, simple, no lo compare con sus ventas o sus utilidades, sino con el Valor Agregado que su empresa produjo, es decir, con el valor que usted le aportó a la economía, que no es otra cosa que restarle a sus ventas los costos de insumos, financieros, depreciaciones y otros costos y gastos no operativos, y así podrá saber cuánto le aporta usted a la economía (que no son sus utilidades) y si lo hace mejor o peor que los otros de su categoría. Curiosamente solo conozco unas 5 empresas que hacen eso en Colombia, y por eso las metas de ventas y rentabilidad de muchos casi nunca pueden ser explicadas desde el PIB y les fallan casi siempre sus proyecciones y forecast.

Por otra parte el PIB, puede ser entendido como demanda, donde siempre hay tres actores: el mercado interno, el externo y el gobierno, y se parte de una premisa simple: la gente gasta o invierte; el consumo de hogares es casi dos terceras partes el PIB, lo que significa que mucho del valor que se produce lo consume el gobierno, se exporta o se convierte en inversión, y cada una de estas decisiones afecta nuestro mercado. Esto nos permite saber si las personas están tomando decisiones de compra de bienes locales, invirtiendo en vivienda o bien si están en un momento de contención de compra; más los marketeros le huyen a estos datos porque nunca le han dedicado tiempo a entenderlos a su favor.

Los precios, o la inflación, o el Índice de Precios al Consumidor, tema del que he hablado mucho en este espacio, y donde lo más importante de comprender es que la inflación mide una canasta de bienes fija, con pesos fijos, con los mismo productos y los mismos canales de compra a nivel nacional, y por ende casi nunca reflejará la realidad de nadie en particular; pero que el consumidor normal usa como referente, porque nuestro mercado esta indexado a la inflación, es decir, que muchas cosas cambian de precio según los cambios de la inflación, como en los servicios públicos y los arrendamientos. Adicionalmente el nivel de inflación que haya (es decir los cambios de precios y no los niveles de precios) son un referente del comprador, que sabe que la inflación es inferior al 2% y por eso fácilmente (e injustamente) juzga si algo subió mucho de precio o no.

El desempleo, o el empleo, que mide si la economía ha tenido la capacidad de generar mano de obra a las personas que están en edad laboral y desean trabajar; este indicador es uno de los más potentes en política pública porque refleja el éxito de las políticas económicas y sociales y es el que mueve la demanda interna. Entender como está compuesto el empleo en el segmento objetivo es fundamental, considerando el nivel salarial, el tipo de contratación y el sector productivo que genera el empleo. Todo esto es fundamental para el marketing, y en muchas empresas estos análisis ya son comunes.

Algunos han sumado la tasa de desempleo con la inflación anual, logrando tener un indicador que muestra que tan fuerte es un mercado; el llamado Índice de Okun muestra la capacidad de compra de un mercado: si el desempleo es alto y la inflación es alta, el indicador será malo, y lo contrario; hoy en Colombia este indicador es cercano al 11%, lo que refleja lo bien que esta el mercado, mientras que en Barranquilla no pasa del 10%.

La Tasa de Interés, que es básicamente el precio del dinero, muestra como sienten las autoridades la economía. Es fundamental diferenciar tres tasas de interés diferentes: la de los bancos, que es precio al que captan y colocan créditos, la de usura que es el máximo que se puede cobrar por un crédito en un periodo y la de referencia del Banco de la República. Esta última es sin duda la más importante, y a la que en marketing menos cuidado le ponemos; esta tasa informa si la economía va bien o va mal, y bajo una serie de ecuaciones e información bien manejada la Junta del Banco la República define si la tasa sube o baja, e informa porque lo hizo; por ejemplo, puede decir que la tasa sube porque siente que la gente se está endeudando mucho, y eso hará que la gente se endeude menos y frena los mercados de carros, neveras, turismo y otros que usen el crédito, o bien, puede bajar la tasa para que la gente compre más de estos bienes. Este indicador es el más importante para comprender el mercado y muy en particular las minutas de la Junta del Banco, que son el acta de la reunión, donde queda expresado un continuo diagnóstico de la economía y de lo que puede pasar.

Conocer estos indicadores, y relacionarlos con nuestras variables es fundamental para saber que nos afecta más, donde podemos tener oportunidades y de donde vienen los grandes riesgos; así que sin duda la macroeconomía es fundamental para el marketing estratégico, pero quiere estudio y rigor de análisis, y es aquí donde aún muchos marketeros fallan, y se quedan con los 30 segundos de información que le da un noticiero, mientras su junta directiva domina estos temas a cabalidad, causando un desequilibrio complicado en la relación de poderes de la empresa: si quiere tener poder en las directivas de la empresa, sepa de macroeconomía, y si quiere tener buenos resultados use el marketing. El equilibrio es simple.

martes, 29 de abril de 2014

¿POR QUE COMPRAMOS?, mi columna para Portafolio.co

Compramos, compramos, compramos y seguiremos comprando, y dependiendo a quien se le pregunte, dirán diversas razones de por qué lo hacen. Los economistas dirán que por necesidad, los antropólogos que por culto, los marketeros plantearán autoestima y los sociólogos que sin razón aparente. Al final no es claro por qué compramos las cosas.

Cada persona contará su historia y su punto de vista no sólo desde la ciencia en que se han formado sino desde su experiencia personal; por esto vemos autores como Bauman, gran sociólogo polaco, atacando el consumo por su exceso, y escribiendo estos libros pasados sus sesenta años, dejando ver que existe un halo de nostalgia en sus reflexiones, como también se puede apreciar en el trabajo de Schwarts, al decir que “más es menos”; esto se controvierte con reflexiones presentes como las de Ariely, Gilbert e inclusive Kahneman, que muestran que las personas compran más porque simplemente hay más y mejores cosas por comprar.

Aquellos que vivieron en un mundo de escases y lograron sacarle el jugo a ese entorno, defenderán el modelo de la reparación de cosas, de los productos eternos y la fidelidad de producto, mientras que los que se formaron en un mundo de abundancia, no sólo por una mayor capacidad de compra sino una mayor posibilidad de seleccionar entre más productos y servicios,  comprendieron que un nuevo producto es una versión mejorada del anterior, no por la necesidad de vender más, sino porque las cosas pueden y deben mejorar en el tiempo.

Compramos las cosas no para satisfacer una necesidad, sino varias; este concepto ha sido difícil de explicar en muchos entornos, porque los discursos académicos tienden a ser reduccionistas o complicados, y no les encaja la idea de la no linealidad en las acciones de las personas; como bien lo planteo Amartya Sen en su ensayo sobre fijación de precios: parece que los precios no son fijados de manera aséptica por el mercado como piensan los ingleses, sino de una manera mucho más animal como lo plantean los alemanes: es decir que somos más evolutivos que causales.

Así, las personas compran carros para movilizarse mejor, en adición a los valores que este objeto les otorga como la sensación de poder, su imagen, protección, sexualidad e inclusive por pensamientos medioambientales; dejando ver que quizá lo menos relevante al momento de comprar un carro es la necesidad evidente que soluciona, ya que una persona que tiene carro y lo desea cambiar, no está pensando en movilizarse mejor, sino más cómodo, más eficientemente y hasta más lujoso, al igual de quien piensa comprarse su primer carro para mostrar sus logros, atraer pareja, mostrar independencia y seguridad económica. Simplemente siempre habrá un garrote que mostrar, así no se use.

Con la ropa ocurre lo mismo, ya son muy pocas las personas que compran por vestirse, y no por eso su compra es irracional; lo que ocurre con muchos autores que escriben más con las canas que con la evidencia, es que están atrapados en una visión ideal del mercado que busca equilibrios basados en menores costos, y no en mayores satisfacciones, por ser hijos de escases, que se causó fundamentalmente en las guerras del siglo XX; por el contrario los autores nacidos en abundancia reclaman la búsqueda de la satisfacción múltiple de necesidades y no simplemente saciar el hambre de lo básico.

¿Por qué compramos?, ni por precio, o por la necesidad primaria, compramos para satisfacer cada vez mejor nuestras necesidades para poder tener más tiempo para vivir más intensamente nuestras vidas; no es una carrera por quien consume más, como se ha querido presentar, es un escenario donde buscamos satisfacer nuestras necesidades, las cuales como bien lo dijo Maslow hace mucho tiempo, no son solo vitales sino algunas mucho más complejas de las que queremos aceptar.

Aun no conozco a un sociólogo que no quiera leer un libro más, o escribir un texto nuevo.

martes, 22 de abril de 2014

FORMALIZÁNDONOS, columna para Portafolio

A nadie le gusta pagar impuestos (y quizá por eso se llaman así); dicen que el esquema es injusto, porque los “ricos” deberían pagar más o porque el dinero se lo roban, dando una excusa para no cumplir con el deber que tenemos de pagar impuestos y hacer las cosas dentro del marco de la ley.

Hacer las cosas dentro de las normas nos limita, como es el caso del pago de la seguridad social, donde estas retenciones son odiosas para muchos y negativas para otros porque demuestran que ya no son necesariamente objetos de subsidio; mostrando que el mercado laboral se mueve entre incentivos y las trampas de pobreza.

Uno de los grandes cambios que está teniendo el país es la formalización, tanto en el empleo como en el sector empresarial, ya que se ha logrado encontrar donde presionar correctamente.

Buen ejemplo de esto es lo que está ocurriendo con la ley 1430, que le dice a las empresas que los pagos en efectivo no serán deducibles de impuestos, poniendo a diversos sectores, pero en particular al comercio a buscar la forma de cumplir con esto: el tendero deberá pagarle a las empresas de los productos que vende por medio de transferencias financieras, lo que cambia muchas cosas.

El tendero sin saber (o quizá sabiendo y auto-excusándose) es un evasor de impuestos, ya que cuando compra un Chocoramo por $400 para venderlo por $500, no sólo está aumentado sino el IVA del producto, que pasa de ser  $55 pesos que le paga a Ramo y que Ramo declara a la DIAN, a ser de $69, de los cuales puede deducir los $55 pagados, y debería pagar $14 por concepto de IVA a la DIAN, pero no lo hace; y por esto le teme a tener que declarar sus ventas, porque sabe que las cosas pueden cambiar. Según el DANE el consumo de hogares fue de $431 billones en 2013, y de cerca de $138 fueron en bienes no durables, de los cuales se sólo vendieron $16 billones en los grandes almacenes, dejando $122 billones en otros formatos; supongamos que la mitad cae en el problema mencionado, y que al estimar una tasa media de IVA de 4%, los compradores pagan un IVA cercano a los $2,3 billones de pesos que el tendero no declara ni paga (obviamente estas cifras deben ser más afinadas pero dejan ver la magnitud de la situación).

El nuevo esquema causará menores costos de transacción para el tendero y las empresas, lo que puede significar mejores precios al comprador final, con el beneficio de reducir el manejo de efectivo en la tienda y declarar con veracidad que vendió, aportando información al sistema y sobretodo reduciendo el margen de extorsión al comerciante, que es víctima de una modalidad oculta de criminalidad que ha cooptado el ingreso de los comerciantes en muchas zonas del país.

No será fácil de implementar, pero es necesario. Formalizarnos a la fuerza ha sido el único camino que han encontrado las autoridades para lograr una transformación cultural que nos permita hacer un país el marco de la ley, y no en los vericuetos de la creatividad ilegal, que al final nos roba a todos: sin duda la evasión en Colombia es más grande que la corrupción.

sábado, 19 de abril de 2014

EL PAÍS DE LOS MEDIOS, Columna para El Nuevo Siglo

Parece que vivimos por lo menos en dos países: uno relativamente real y otro causado por los medios de comunicación.

La evidencia muestra que el país va bien en muchas materias, pero los titulares de las noticias hacen ver al país en un estado catastrófico; es comprensible que estamos en campaña y que esta incluye la potencial reelección del presidente y que esto causa la tentación de mostrar los problemas y no los logros del gobierno, pero tampoco hay que caer en los extremos.

Según los medios estamos una Colombia de sicópatas que atacan a las mujeres con ácido, lo cual dista mucho de ser cierto, ya que solo se refiere a una serie de casos puntuales, y donde queda ver si esta potencial “epidemia” (como la han llamado) ha sido potenciada por los mismos medios, como se pudo evidenciar hace poco con una falsa denuncia.

Tampoco estamos en un país desindustrializado ni contaminado por la minería; efectivamente la industria produjo menos, situación que se explica muy bien por la reducción de la demanda global, y en el caso de la extracción de hidrocarburos y carbón, las empresas cumplen con las normas que se les plantearon en el comienzo, que sin bien no eran las mejores, eran las que se definieron en su momento; lo deja ver que esta industria cumple con la ley, y que si hay problemas son propios de la misma.

No quiero decir que todo es perfecto pero es mucho mejor de lo que muestran los medios. De alguna manera falta objetividad en la información en el país, ya que una noticia se convierte en tema de pasión nacional por un caso puntual o un elocuente y clarividente mensaje de la minoría en oposición, poniendo de igual a igual a un ejecutor que afronta todas las asimetrías propias del deber público y un político que simplemente expresa una opinión ideológica sobre el tema.

Vamos por buen camino y sin duda los últimos 5 gobierno han hecho una enorme tarea para cambiar el país, generar más oportunidades y equidad, pero esto parece no ser suficiente para ciertos periodistas que claman desde sus medios que el país debería ser como Dinamarca mañana mismo.

El país requiere medios de comunicación veraces, equilibrados y constructivos, no simplemente una línea de columnistas de opinión que dogmatizan sobre soluciones a los problemas sin haber ejercido un cargo público, dirigido una empresa o haber generado un empleo. Informar y opinar es un honor con grandes responsabilidades, donde fácilmente se aplauden las ligerezas y se obvian las profundidades.

Colombianada: Como decía Don Joaquín Salvador Lavado, si los medios se inventan la mitad de lo que dicen y solo cuentan la mitad de lo pasa, al final simplemente no existen.

martes, 15 de abril de 2014

“CATASTRO-FE” BOGOTANA, Columna para Portafolio.co

El viernes pasado como muchos bogotanos pague el impuesto predial, y como ya lo he mencionado anteriormente, creo que el valor catastral que le pone la ciudad a mi apartamento es simplemente inaudito, y se evidencia que tiene que existir un serio problema en la definición de los precios de los inmuebles en Bogotá, porque está sobrevalorándolos y llevando al valor catastral a más de un 65% del valor comercial; lo que sin duda es una  medida peligrosa, no sólo porque se asume el riesgo de la variación de precios, sino porque se está creando un sistema tributario inexacto por la necesidad de sacar dinero de corto plazo, seguramente por la caída de la valoración.

Curiosamente nadie habla de esto y ha pasado sin mayor resonancia el cambio en el predial en Bogotá, seguramente por el temor al bullyng jurídico de Petro o simplemente porque algunos contribuyentes prefieren no hacer mucho escándalo para evitar investigaciones en sus predios. Afortunadamente yo solo soy un habitante de clase media emergente que ve como las políticas tributarias prediales son incoherentes y abusivas bien sea por la falta de capacidad técnica de las autoridades, que seguramente evalúan los inmuebles por medio de un sistema de muestreo que debe tener un error de expansión importante, o bien por abuso político.

Mi apartamento básicamente duplicó su valor castastral en menos de tres años, lo cual es simplemente inconcebible (y no sólo me ocurrió a mí), y por esto el Distrito podrá mostrar enormes avances en recaudo tributario y más recursos como un logro de la presente administración, que “puso” a pagar a los “ricos” más para darle a los pobres.

Hoy no sé cuánto vale mi apartamento, y estoy seguro que el precio al que lo podría vender es simplemente lejano del valor que Catastro supone que es, porque su concepto de fijación de precios está mal, y causa que se estime que la ciudad valga mucho más de lo que realmente vale.

El presupuesto de la ciudad que se ha definido en los últimos años es simplemente un esquema subsidiario de redistribución de ingresos y patrimonio en la ciudad; lo cual a primera vista suena bien, más cuando se revisa el detalle se evidencian cosas increíbles, como la reducción de la pobreza y el aumento de los subsidios a los menos favorecidos, dejando la duda si la reducción de la pobreza es real o bien estamos subsidiando a personas que ya no son pobres, y simplemente se aprovechan del aparato subsidiario de la ciudad.

Subsidiar de manera continua es crear un hábito de ingresos en muchos hogares, que simplemente no se van a ver motivados a cambiar sus condiciones de vida para no perder estos “derechos” y seguir haciendo gastos no vitales con sus propios ingresos, lo cuales no siempre son creadores de patrimonio o ahorros pensionales. Más Bogotá se metió en el esquema de entregar ingresos a los menos favorecidos tomando de los ingresos de clase media emergente y de su patrimonio supravalorado, logrando reducir el ingreso disponible de esta población que es la que más empleo genera por su demanda de bienes, llevando a la ciudad a una menor generación de empleo de calidad y aumentando así el número de personas menos favorecidas. Que ironía: se redistribuye para crear más pobreza.

sábado, 12 de abril de 2014

SIN CARISMA, Columna para El Nuevo Siglo

En diversos espacios he afirmado que hoy en la política colombiana tiene una clara ventaja el candidato que sea más popular sobre el más idóneo; lo curioso es que de las 5 parejas de candidatos a la Presidencia de la República, no existe el más mínimo potencial de popularidad y carisma.

Esta campaña presidencial se ha caracterizado por no tener un debate programático pero sobre todo por la falta de carisma, aceptación y vínculo con la población de los candidatos; para nadie es un secreto que Santos (no Juan Manuel) no es un buen orador en público y que no logra un vínculo emocional con los electores, pero Peñalosa tampoco, quien ha sido definido por algunos como ser arrogante, prepotente y lejano; a esto se suma que Zuluaga no logra cautivar masas y se le tilda de ser un títere; Martha Lucía, formó en su carrera una imagen recia y de ejecutiva exitosa, lo cual inevitablemente la aleja de los votantes; finalmente, Clara López, siempre se muestra como una persona firme.

Los 5 candidatos, ya fueron objeto de burla en redes sociales, al punto de llegar a motes como Chucky, Bolardo, Vampiro, la Bruja del 71, y hasta “la cara amable de la Bogotá Positiva”, alimentando caricaturistas de medios reconocidos. Más allá de que algunos lo consideren una falta de respeto, es claro que demuestra la falta de carisma y su lejanía con la población.

Los 5 casos son retos enormes de marketing político para mejorar su imagen y convertirse en una figura aceptada, cercana y a en la que la gente se pueda ver representada; si bien los 5 son exitosos ejecutivos, ninguno ha sido una maquina electoral por sí mismo nunca, y deben luchar contra la abrumadora imagen, carisma y vinculo que logró Uribe en su mandato.

Lo que nos deja con una campaña sin propuesta y sin candidatos, y esto causa la situación electoral más aburrida y peligrosa de la historia, ya que las personas no saben porque votar, no hay ideas ni están siendo seducidos, lo que nos deja en un escenario impredecible. Si la gente no vota por contenidos ni por marcas, simplemente no hay razones claras para votar.

Así, lo que deja el debate realmente no en la elección presidencial ni el apoyo al proceso de paz (porque todos están de acuerdo con él), sino en un plebiscito que dirá si se reelige a Santos o no, lo cual es un proceso electoral muy diferente, que puede causar el ascenso al poder de una persona que nadie quiere, como ocurrió con Petro en Bogotá, llevando al país a una situación de gobernabilidad compleja.

Colombianada: Los tecnócratas están de candidatos, y los políticos esperan hambrientos.

martes, 8 de abril de 2014

¿CON QUIEN NEGOCIAMOS?, columna para Portafolio

Cada vez hay más eventos internacionales en Colombia, sólo esta semana está el Foro Urbano Mundial hasta la Convención Mundial de  Centros Comerciales de América Latina – RECON, demostrando que Colombia es cada vez más interesante para el mundo.

Nuestras cifras son estupendas para cualquier inversionista, la potencialidad de un mercado en desarrollo es evidente y la fortaleza de las instituciones es globalmente reconocida; pero cuando llegan todos estos inversionistas, surge reiterativamente una pregunta menos financiera, ¿cómo son los colombianos?

Más allá del momento político y económico que vivimos, los colombianos somos un crisol de culturas que deben ser comprendidas, reconocidas y estudiadas para hacer negocios con ellos; nunca será lo mismo venderle a un paisa que a un santandereano, o conversar con un chachaco o un costeño, o definir una estrategia para el pacífico o para los llanos orientales; nuestro país esta agresivamente dividido en regiones geográficas por las tres cordilleras y dos mares, y por eso no se puede hablar de una sola cultura, ni mucho menos de un colombiano promedio.

Según los estudios de Emilio Yunis, casi todos los colombianos tenemos genes españoles, negros e indígenas, y por esto no podemos decir que somos blancos, y casi ninguno puede decirse completamente “paisa” porque tiene abuelos costeños o bisabuelos llaneros; los colombianos somos una gran mezcla de culturas y por esto no es fácil definirnos en una sola personalidad.

Quizá la mejor aproximación (que sin duda cae es ser simplista) son las definiciones regionales, ya que estas tienen mínimos comunes muy definidos, como que el paisa es vendedor, el costeño es alegre, el santandereano frentero, el cachaco formal, el opita decidido, el pastuso cordial, y por esto es fundamental saber con quién se está haciendo negocios, conocer sus tradiciones y costumbres, porque sin duda abrazar a un costeño es muy bien visto, pero un cachaco prefiere mantener distancias.

Igualmente debemos saber que un norteamericano es altamente pragmático y no tan formal como un inglés, pero sin duda un texano no es lo mismo que un neoyorquino, y un taiwanes simplemente no es chino más; a veces nos quedamos con la idea de simplificar desde lo que conocemos y esto nos cuesta mucho en los procesos de negociación e inversión; no falta la persona que cree que porque ha ido a Miami ya conoce Estados Unidos, pese a que la mayoría de su tiempo la paso en un outlet o un parque de diversiones. Por esto que haya ido a Cartagena, le falta mucho por comprender de los colombianos.

Desafortunadamente en ninguna dependencia del Estado (ni en Mincultura) hay un curso o texto sobre nuestras culturas, identidades y costumbres que un extranjero pueda ver para comprender como relacionarse correctamente con cada quien y esto conlleva a que se comentan muchos errores de forma, que pueden ser fatales en un proceso de negociación.

La globalización nos pide reconocer las diferencias culturales y respetarlas, y aprovechar esto a nuestro favor: si va con una corbata al Huila no será fácil acercase a las personas, o si habla de fútbol tiene que saber mucho si está en presencia de un paisa. La globalización nos pide particularización y eliminar las generalizaciones, porque si bien los mercados tienden a ser homogéneos, la diversidad cultural esta creciendo.

sábado, 5 de abril de 2014

Colombianadas - Columna para El Nuevo Siglo

Claramente no soy un colombianista pero he aprendido que los colombianos tenemos cosas propias de nuestra identidad como las Chivas, los jeepaos, la ruana, el sombre vueltiado, y también tenemos acciones y frases que nos identifican como colombianos en cualquier lugar del mundo, como el “sumercé”, “chévere”, “carajo”, y frases como “bueno, bonito y barato” o “casa, carro y beca”, o algunas falsas sentencias populares como “de eso tan bueno no dan tanto” o “más vale ser cabeza de ratón que cola de león”.

Durante más de 10 años he escrito en este espacio columnas de opinión y reflexión política, económica, filosóficas, familiares, cotidianas e incluso personales, y en los últimos 3 años he añadido un párrafo final que llamo colombianada, dejando ver una ejemplo cotidiano de lo que la columna plantea desde nuestra cotidianidad, a veces haciendo uso de frases populares, o simplemente resumiendo la columna en un ejemplo claro de nuestras acciones como colombianos.

Un buen amigo, un caricaturista colombiano, me hizo reflexionar que en muchos casos hablar mal del país o sarcásticamente estaría mal, porque deja una imagen negativa de nuestra nación; sin duda tiene razón, pero creo que las colombianadas son aquellos actos que nos identifican como únicos, y que por sus particularidades simplemente no son ni buenas ni malas, simple son como son; por ejemplo que los caleños digan “pam”, o que los cachacos tomemos las onces (que son las 11 letras de la palabra aguardiente), o el decir popular de “deje así”; al final estás descripciones no son más que pequeñas, pero duras y críticas, seudo caricaturas de nuestra realidad; comprendo que caricaturizar una cultura puede ser atrevido más es una forma personal decir la esencia de la columna.

Para mí, la colombianada no quiere ni ofender a nadie ni ser peyorativo con el país, simplemente ser una metáfora que explique cómo somos en un tema en particular por medio de nuestra cotidianidad; de hecho, comúnmente digo que muchas cosas son “herreradas”, porque se presentan como partes de  mi personalidad, sin ser buenas ni malas, simplemente mías.

Así, simplemente quiero explicar a quién lea este espacio y no haya comprendido el sentido de ese acápite, que sólo tiene como fin ser concreto, usando nuestros rasgos propios como elemento literario.

Colombianada: al pan, pan, y al vino, vino, porque el pan con vino se ve espantoso, aunque sabe rico.

martes, 1 de abril de 2014

Pico y Placa No - Mi columna para Portafolio

Bogotá lleva más de 15 años intentando arreglar el problema del tráfico con el pico y placa y no ha comprendido que esto simplemente no funciona, entre otras cosas por sus perversos incentivos.

El deber ser de muchos es decir que la ciudad debe tener menos carros, que es lo mejor ambientalmente, que se debe desmotivar su uso y pensar en medios alternativos como la bicicleta, y cada vez que se oye este discurso se siente un halo moral de santidad en sus expositores; pero la verdad es que no se ha logrado nada, debido a que esta medida simplemente es asimétrica y no logra reducir los carros en la calle.

Hay una realidad incontrovertible: cada vez hay más personas en la ciudad con capacidad de compra de un vehículo y lo consideran como su primer activo, un signo de identidad y de independencia, por lo tanto es inevitable que va a haber más carros; mientras la calidad de vida aumente, esto será así, y lo debemos considerar como un logro claro de la sociedad.

Pensar en medidas restrictivas de movilidad como pico y placa, peajes en zonas urbanas, uso de más pasajeros y otra similares es simplemente desconocer el derecho de las personas de tener su patrimonio y genera segregación económica: sólo aquellos con más dinero podrán comprar otro carro, pagar los peajes o definir con quienes van al centro.

Según la Encuesta de Calidad de Vida del DANE, del total de carros en Bogotá, el 68% son de personas que viven en estrato 1, 2 y 3, lo que evidencia que esto no es un tema de los más ricos de la ciudad, ya que los que viven en estrato 6 solo aportan el 4%, y castigar a estas personas por la incompetencia e incapacidad histórica del distrito de tener la malla vial necesaria para la innegable realidad de una creciente demanda por carros y movilidad es absurdo.

Sin duda esto causa contaminación y afecta nuestra vida, pero es como intentar tapar el sol con la mano: cada vez tendremos más carros en nuestras ciudades; en diciembre de 1998, se necesitan 124 SMLV para comprar un carro nuevo de gama media, hoy solo 42, quizá solo 16 SMLV si hablamos de un carro usado. Es una realidad clara.

Debemos pensar una ciudad para personas que usan carro, no una ciudad para carros; esto incluye más estaciones de servicio de gas, mejor gasolina, menos huecos, más parqueaderos. Se deben plantear soluciones para una menor contaminación, pero no con la inocencia del día sin carro.

El debate es profundo e incómodo porque se han insertado discursos moralistas que no aportan a las soluciones. El pico y placa no le sirve a la ciudad y buen ejemplo de esto es el tráfico en las horas valle y el aumento del tráfico de los sábados, que se convierten en la oportunidad de muchas personas de poder hacer sus actividades usando su vehículo: básicamente hemos causado estos picos de tráfico por la misma medida.

El carro no es malo, lo malo es que la ciudad no haya pensado seriamente el tema pese a ser evidente, y que siempre salgan con medidas temporales, que terminan siendo permanentes afectando incluso el valor de los automóviles en el mercado y el patrimonio de la clase media bogotana. Es momento de pensar seriamente y no caer en falsos populismos moralistas.

¿MAL PRESIDENTE?, Columna para Portafolio Recibidos x

¿Mal Presidente? Por Camilo Herrera Mora En un chat de unos amigos muy inteligentes e informados, leí que estamos en un “Rookie Time”...