martes, 29 de marzo de 2016

OTRO DEBATE DE REDISTRIBUCIÓN, Columna para Portafolio

Continúa el debate superficial de Redistribución del Ingreso en Colombia, después de la controversia entre las cifras del DANE y las de CEPAL, que ha sido enardecido por la visita del Profesor Piketty a Colombia, para presentar sus estudios sobre este tema.

Digo superficial, porque el debate no sólo se aborda desde lo polémico, sino desde un pobre manejo de los datos y de las opiniones. En el caso de los datos del DANE, el instituto estadístico nacional lo único que hizo fue replicar el mismo método que ha usado por varios años, y eso le dio un dato de 0,52 y la CEPAL hace una nueva medición incluyendo más información, y le da un dato de 0,55, sin haber corrido la serie de datos hacía el pasado, y causando un efecto perverso en la credibilidad de la institución y obviamente del gobierno, que ya está bastante lastimada.

¿Qué el país tiene problemas de distribución del ingreso?, pero claro, y de tierras, riqueza, oportunidades, educación, salud y seguridad entre otros; más, otra cosa es que un organismo internacional salga a contradecir un dato oficial sin explicarlo bien.

Ninguna medición es exacta, y menos si se basa en encuestas, donde existen márgenes de error y niveles de confianza, y no todas son comparables, porque si a una medición se le adiciona una fuente más fina, sin duda el dato será diferente. Para ver un buen indicador es fundamental ver su medición en el tiempo, respetando la misma metodología y los mismos instrumentos, cosa que no hace el estudio de la CEPAL, y por la razón que sea, los medios lo presentaron como un error del DANE y dejando la sensación que es un dato amañado por el gobierno de turno.

Debemos aprender a respetar nuestras instituciones y no quedarnos con la ligereza de la inmediatez de la noticia, porque sin querer se puede presentar información que da para desinformar, desconfiar, desconocer y afectar la credibilidad de los organismos del Estado, por el simple hecho que el ciudadano no cree en ellos porque los considera mentirosos, al no reflejar su difícil realidad en los grandes números, porque si de 10 colombianos, a dos les va mal, son esos los que dirán que las cosas no van bien, y los otros 8 casi siempre se quedan callados, o dicen que las cosas aún podrían ir mejor.

Es fundamental medir las cosas bien y continuamente, y no estar cambiando de métodos y definiciones constantemente, o de lo contrario, no se sabrá a ciencia cierta la verdad de los efectos de las políticas públicas y privadas en el mercado. Cada día habrá una nueva definición de pobreza, porque los alcances de este concepto son dinámicos y son relativos al entorno del que se hable, porque no es lo mismo ser pobre en Colombia que en Suecia, donde ellos mismos dicen que tienen al 14% en esta situación.

El análisis de información económica, tiene el inevitable efecto de influir en la población y en las decisiones de los agentes económicos, y por esto debemos ser muy cuidadosos en lo que se dice y cómo se dice, o de lo contrario se pueden tener efectos adversos en el mercado. El DANE hace bien la tarea y sin duda la podría hacer mejor, pero el tema es mas de presupuesto que de injerencia política en su trabajo. Respetemos más el trabajo de los que hacen las cosas bien.

sábado, 5 de marzo de 2016

PRESIDENTE, RADIQUELA YA, Columna para Portafolio

Señor Presidente, con todo respeto, como ciudadano, le pido que radique la reforma tributaria ya. El país requiere dar ese paso, no sólo para mejorar su situación fiscal, sino para darle luz a los hogares y a los inversionistas para tomar decisiones. Comprendo lo complejo que es hablar de impuestos en momentos de los diálogos de paz y más aún en su fase de refrendación.

Claramente no he sido Presidente de la República para poder comprender lo complejo que es estar en el poder nacional, pero si he aprendido de buenas conversaciones con expresidentes nacionales e internacionales, que el poder sufre de la tentación de la popularidad, sobretodo en un escenario democrático y presidencialista como en el que vivimos.

El debate entre hacer lo popular y hacer lo correcto es muy complejo. A la gente le encanta que un Presidente haga cosas que le gusten a todos y donde nadie tenga que asumir una responsabilidad directa, pero en muchos casos se deben hacer cosas que nadie quiere hacer y el tema tributario es uno de los más difíciles de manejar. Personalmente creo que la palabra “Impuesto” es una de las mejores de nuestro idioma, porque nos recuerda que debe ser una imposición, porque nuestro modelo democrático no ha construido los mecanismos y los resultados para que pagar impuestos sea voluntario.

Ya el país sabe que viene la reforma, y diversas voces han dicho que usted no la presentará hasta que no pase la refrendación del proceso de La Habana. Más, estoy seguro que usted sabe, que la inquietud que genera el no presentarla puede ser mucho más dañina para ese proceso que hacerla. El país tiene la madurez necesaria y los medios de comunicación la seriedad requerida, para llevar el debate al país nacional con información clara y concreta; situación que se sumaría a una clara comunicación de su despacho y del señor Ministro de Hacienda para explicarle a la gente qué es la reforma, por qué se necesita y sobretodo eso como les afectará el bolsillo, donde a mis cálculos personales, no será superior al 1% del gasto de los hogares.

¿Por qué debemos pagar impuestos?, porque somos un Estado Social de Derecho, donde el Estado – que somos todos – debe asegurar el cumplimiento de los derechos de las personas, y esto tiene un costo, porque la educación, la salud, la seguridad, la justicia y la infraestructura no se pueden dar sin financiarlas. Sé que desde tiempo atrás los colombianos se excusan en la corrupción para evadir su responsabilidad de pagar impuestos, pero también sé que saben que han sido beneficiados por ellos, y que cada peso que pagan hoy de impuestos, hace un mejor país para sus hijos.

Es fácil señalar las grandes deudas del país con sus ciudadanos, pero es difícil que cada uno asuma la deuda que tiene con su país. No hay forma de construir un mejor país sin sacrificar algo de nosotros mismos, de nuestros esfuerzos, de nuestras horas de trabajo, del patrimonio que hemos construido para los nuestros. No es un tema de generosidad, es un tema de responsabilidad.

Sé que el momento es complejo. Muchas cosas afectan la economía y la política nacional, pero esto no debe ser un motivo para no asumir la compleja responsabilidad de un Presidente: hacer las cosas que se deben hacer, pese a que sean impopulares, como usted lo ha hecho con la paz.

martes, 1 de marzo de 2016

LA DICTADURA DEL CONSUMIDOR, Especial para Revista P&M


Es incomodo aceptarlo, pero la verdad, es que como consumidores no sabemos que queremos. Tenemos alguna idea sobre las necesidades que tenemos, pero la mayoría no tenemos la capacidad de encontrar la solución para satisfacerlas.

En los últimos años, ha tomado carrera un concepto en mercadeo, que al ser mal entendido, se ha convertido en algo muy peligroso: se dice que el consumidor tiene la razón, y esto no es verdad.

Es muy parecido al concepto que tomó fuerza en los ochentas, donde se decía que “el cliente siempre tiene la razón”, y esto llevó a una profunda fractura en entre los clientes y las empresas, ya que, al caer en la dictadura del cliente, la innovación e incluso el servicio se vieron profundamente afectados.

La verdad es que como consumidores no sabemos que queremos, y es la industria la encargada de plantearnos los productos y servicios que buscan solucionar nuestras necesidades. Si fuese cierto que el consumidor es quien define los productos, muchas grandes invenciones hoy no existirían: el inodoro, el carro, el televisor, el teléfono, los tenis y muchos otros más.

Muchos de los productos nacen de un proceso de investigación que hace una persona para solucionar un problema personal, pero esto no se puede entender como que fue un consumidor el que dio la respuesta, sino un profesional que uso sus capacidades y conocimientos para solucionar un problema.

Una cosa muy diferente es comprender que hacemos cosas para satisfacer las necesidades del consumidor; como en el caso de la industria de la moda, donde los diseñadores se inspiran en la cotidianidad de las personas para crear sus colecciones; esto puede ser llamado inspiración, pero la verdad es que es una adaptación de una idea de otro, es decir es una forma de copia, como lo plantea Johanna Blakey, que permite asegurarse que esa propuesta puede ser aceptada por el mercado. Otro buen ejemplo es la industria de alimentos, que desarrolla miles de productos que nunca hemos visto y nunca hubiésemos imaginado, pero al probarlos nos encantan. Quisiera conocer a alguien que les hubiese dicho a los japoneses, que lo que quiere es un rollo de arroz con pescado crudo envuelto en un alga.

A veces, como consumidores nos parecemos más a un niño, que puede decir que no quiere comer algo, pero al probarlo le gusta, o incluso a un novio indeciso que no sabe qué hacer esta noche. Nuestro rol es guiarlo en el consumo de nuevos productos que mejoren su nivel de satisfacción de necesidades y de uso de los productos, como se ha hecho con los carros, que hoy pesan menos y por ende consumen menos combustibles, pero para eso se debió trabajar con materiales más livianos, pese a que el consumidor estaba acostumbrado a las latas fuertes.

Como consumidores mayormente somos renuentes al cambio y adversos al riesgo, y probar cosas nuevas nos cuesta mucho, porque no sabemos si nos gustará y algunos tememos enfrentarnos al problema de darnos cuenta que estábamos equivocados en lo que creíamos que era correcto.

La dictadura del consumidor puede llevar a las empresas a caer en un serio problema de continuidad de producto, fin de la innovación y pérdida de sostenibilidad.

En momentos de desequilibrio económico como los que vivimos hoy, es claro que ese temor al cambio puede ser mayor, porque pocos estamos dispuestos a pagar por algo que puede que nos guste; pero visto de otra manera, es una enorme oportunidad de decirle al mercado que tenemos una mejor solución para ellos y que solo basta con probarlo. La industria de alimentos ha hecho esto muy bien por años, ahora la industria de vehículos lo hace con el testdrive y muchas otras con pruebas gratis del producto, asumiendo el riesgo de perder valor frente al potencial cliente.

Una cosa es cumplirle al consumidor a como dé lugar y otra cosa es hacerle caso ciegamente. Como empresarios tenemos la responsabilidad de mejorar las condiciones del mercado, y muchos casos esto significará sacar al consumidor de su zona de confort, que no por ser cómoda es la correcta, como viene ocurriendo con muchos productos que son negativos con el medio ambiente o incluso con la dieta necesaria para las personas.

Estoy casi seguro que, si le pregunto a mi hijo que, si quiere desayunar todos los días con chocolatina, me dirá que sí, pero yo sé que eso no se debe hacer. Al final, toda dictadura es mala.

¿MAL PRESIDENTE?, Columna para Portafolio Recibidos x

¿Mal Presidente? Por Camilo Herrera Mora En un chat de unos amigos muy inteligentes e informados, leí que estamos en un “Rookie Time”...