Malcon Gladwell decía en TED que una de las grandes cosas que nos dejó el siglo XX fue el fin de los absolutismos, y que esto se refleja en pasar de la física newtoniana a la teoría de cuerdas, donde todo es relativo.
Esto se evidencia en nuestra cotidianidad diariamente, llevando a que muchas creencias e instituciones estén decayendo por este relativismo conceptual, que algunos llaman anemia moral, ya que deja atrás las versiones idealistas de las creencias e imaginarios para dar paso a una posición más ética, que reflexiona sobre las verdades absolutas impuestas y adapta los comportamientos a lo correcto de cada momento; es decir que no estamos hablando de un relativismo moral, sino de una moral dinámica, jalonada por una ética evolutiva y adaptativa.
Dos buenos ejemplos para comprender esto son los tatuajes y el matrimonio. Los tatuajes son expresiones culturales ancestrales, que por algún motivo se encasillaron en el siglo XX como sinónimos de violencia, criminalidad, prostitución y pecado, y hoy en día son muy frecuentes, y no tienen mas acepción que un gusto estético, inclusive en Japón, donde fue un claro símbolo de la Yakuza; ha pasado de ser un símbolo antisocial a un elemento común, que tiene la posibilidad de ser removido cuando se considere necesario, y en este punto tiene una enorme similitud con el matrimonio.
El matrimonio ya no es un rito religioso, ni mucho menos una institución inflexible de por vida: es un acuerdo de vida entre dos personas, que es susceptible de acabarse si es necesario; y esto no elimina su vocación sino que la hace más fuerte, ya que existe una nueva condición en el acuerdo, que permite asumir las consecuencias de los actos y de los cambios.
Estos preceptos no son ni buenos ni malos, simplemente son el espejo de la dinámica cultural, la mutación de las instituciones, la transformación de la moral y la redefinición constante de la ética, en un entorno social que parece desbocado, pero se debe a que en el siglo pasado los cambios eran prohibidos; hoy las mujeres manejan las instituciones económicas mundiales, un afrodescendiente es Presidente de los Estados Unidos y un Papa puede renunciar, cosas impensables hace unos 30 años.
El siglo XXI será un amanecer del esplendor de la moral y la ética kantiana, bajo la premisa del cambio continuo, el fin de los juicios de valor a priori y el reconocimiento (no el acuerdo) de las diferencias, y en este entorno debemos formar a los nuevos ciudadanos y para eso no nos queda otra opción que dar un paso delante de nuestra forma de ver mundo, o de lo contrario estaremos atrapados por nuestro pasado negándonos el futuro.
Colombianada: Pensar que lo pasado es mejor, es pensar que hemos sido mediocres por mucho tiempo.
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