La población ya no busca ideales, ni mucho menos grandes dogmas para seguir. Ya saben que temas son el centro del debate del mundo y deben ser solucionados por los Estados, y esto ha llevado a que hoy los partidos políticos no tengan ningún tipo de representatividad.
Las personas ya no son liberales o conservadores, ni de derecha o izquierda, simplemente buscan personas que solucionen los problemas de la manera en que ellos están de acuerdo, porque hoy la definición política es más sobre cómo se deben hacer las cosas y que prioridad tienen, no sobre dogmas, idearios, plataformas programáticas ni fidelidades ciegas.
El ciudadano es reflexivo y libre, y la democracia de hoy no está preparada para eso. Algunos no tienen ningún problema en vender su voto por dinero, materiales de construcción o una conciencia tranquila de haber votado por quien cree es el correcto o porque tiene más probabilidad de ganar. El voto es un acto libre, y por ende no necesariamente es el correcto ni mucho menos eficiente.
Combinando este votante libre y la supresión de los partidos, el escenario político es muy diferente y por eso el tema es mucho más parecido a un ejercicio comercial que a uno de mercadeo: el tema es conseguir votos y no como mantenerlos. El corto plazo prima debido al modelo propio del sistema electoral, que solo pone a los votantes cada 4 años en las urnas, y esto causa que la cautividad del votante sea muy difícil.
Ante esto los partidos solo les ha quedado la alternativa de trabajar por medio de avales y coaliciones para mantener el poder político y en muchos casos, con costos muy altos, como se ha visto excandidatos de pasado que señalaban a sus contendientes de entonces de criminales, apoyándolos hoy en la plaza pública.
Los partidos tienen que reaccionar y comprender que deben adaptarse a esta nueva realidad, más alla de utilizar la famosa operación avispa, aprovechando el deseo de muchos de ser elegidos, para sumar unos pocos votos a las listas que soportan a aquellos que los partidos quieren elegir.
Estas trampas éticas del mercado electoral ya han cobrado sus víctimas, como es claro con la reducción de las huestes liberales y conservadoras en los últimos 20 años, dando paso a dos partidos nuevos (La U y el Centro Democrático) como alas moderadas de la izquierda y la derecha, mas como socialdemócratas y populares.
Si le preguntamos a un colombiano hoy, lo más probable es que diga que no le gusta la política, que no es de ningún partido y que no votará porque todos son unos ladrones, y más allá si esto es cierto o no, es la percepción de un electorado que ha visto que el sistema no funciona como le contaron.
Colombianada: Octubre será una jornada más del mercado electoral, donde todo esta en promoción, pero los productos no tienen garantías.
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