martes, 23 de mayo de 2017

¿LA INFORMALIDAD NOS SALVÓ?, Columna para Portafolio

¿LA INFORMALIDAD NOS SALVÓ?
Por Camilo Herrera Mora

Hay tres grandes lecciones de los últimos años en temas macroeconómicos: no podemos depender del precio del petróleo, no podemos depender de los fenómenos climáticos y nuestra economía funciona diferente a los libros.

Muchos se dicen sorprendidos porque el PIB creció poco el primer trimestre del año, y las frases de los noticieros de televisión y radio, fue de “preocupante desaceleración”.

Toca decirlo y decirlo en voz alta: la economía colombiana salió muy bien librada de la caída del precio del petróleo. Mientras nuestra economía se desaceleró y no presentó recesión, Brasil, Venezuela, Ecuador, Rusia y hasta México la vieron muy oscura. Lo que nos pasó fue simple: el precio de venta del producto que más vendemos, calló un 50% en mes, y nuestras ventas al exterior se frenaron en un 25%, causando que nuestra moneda perdiera cerca del 50% en solo semanas, y pese a todo esto, lo que le paso a nuestra economía, es que creció más despacio, sin frenar nunca, e incluso aumentando el ingreso per cápita en términos reales y de paridad de compra.

Esto ocurrió por dos razones fundamentales: nuestras instituciones económicas, en particular el Banco de la República, y nuestra informalidad y criminalidad, que puede explicar más del 50% del PIB, y al recibir este tipo de choques externos, se ajusta diferente que la economía formal, porque no son las tasas de referencia, las que hacen que este mercado se mueva o no, sino los incentivos que se crean en el mercado, como el contrabando, el cultivo de droga, las ventas informales, la evasión y la elusión.

Es desafortunadamente curioso, como nuestra economía que tiene mucho de “el que peca y reza empata”, evitó caer fuertemente gracias a nuestros “pecados”. Un buen ejemplo de esto, es el gasto de los hogares, que al sentir inflaciones altas en 2015 y 2016, cambiaron de canal de compras, buscando menores precios y dejando atrás la búsqueda de la calidad o de las marcas.

El caso del vestuario es un buen ejemplo de esto, donde el contrabando sigue siendo una fuerte amenaza al mercado, y hasta incluso en el mercado de los acietes del cocina que la informalidad explica una buena torta del mercado y si hablar del mercado de carne en el país.

Estos “permisos” que nos damos, como consecuencia de las transiciones económicas y productivas que hemos tenido, son el enorme dolor de cabeza de las autoridades monetarias, pero en 2014-2017, ayudaron a salvar la economía.

Esto nos debe dejar una serie de lecciones muy profundas. La primera es que nuestra economía no puede depender del precio de un producto en el que no somos relevantes, y que los fenómenos climáticos continuarán, y que las autoridades deben tener una solución clara y concreta, para evitar volatilidades en el precio de los alimentos y tener mecanismos de abastecimiento. Ambas son lecciones duras y que requieren política pública y no de titulares.

Lo que nos deja que esta informalidad, que es parte fundamental de “nuestra economía a la colombiana”, debe seguir su tránsito a la legalidad, pensando en el bien de muchos y no en la protección de unos pocos. La economía de un país refleja su cultura, y la nuestra hoy tiene dos caras: la de la dependencia de los mercados globales básicos y la dependencia de nuestras debilidades. Y esto tenemos que pensarlo.

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