martes, 30 de julio de 2013

PANTALLAS UNIDAS DE GOOGLE, Columna para Portafolio

En el último Hay Festival, le preguntaron al CEO de Google si alguna vez sería como un país, y ambiciosamente respondió: no, nos interesa.

Es claro que hoy hay dos mundos, el físico y el digital, y que esto es un reto global en diversas áreas; no existen mecanismos de legislación universal en el mundo físico, y de una u otra manera las legales y económicas anglosajonas han tomado la delantera, sin concentrarse mucho en las legislaciones particulares, mayormente por la gratuidad del servicio y la inexistencia de barreras de nacionalidad.

Esto ha cambiado el mundo de los derechos de autor, de la libertad de expresión y el mismo concepto de propiedad privada, porque hoy las personas tienen como mínimo un correo electrónico y una página con su perfil en una red social; hoy todos pueden hablar y pueden escoger lo que escuchan, lo cual claramente es uno de los grandes diferenciadores con la dimensión física.

Las redes sociales hoy tienen más usuarios registrados que ciudadanos de muchos países, y se rigen a un contrato de manejo de información gratuito, donde tienen deberes y derechos, y son beneficiados por un mecanismo de redistribución del ingreso y donde tienen la oportunidad de pagar por más beneficios, pero como mínimo tienen los mismos beneficios que todos: una sociedad plural, igualitaria y equitativa, pero claramente en el marco de una dictadura corporativa, a la cual las personas se someten libremente; al igual que en la vida real, casi siempre escogemos cuando entregar nuestra libertad.

El mundo digital no tiene razas, no tiene complejos, ni mucho menos segregaciones, simplemente es un espacio público donde todos pueden interactuar tanto como deseen; ha reducido muchos costos de transacción y sin lugar a dudas mejorado la calidad de vida a muchas personas – y quizá afectado la de otras tantas.

Es momento que el mundo organizado en organismos multilaterales se comiencen a preocupar por esto, porque ya se están cometiendo elusiones tributarias simples como el pago de publicidad en otro país, sin ninguna estructura tributaria clara; de aquí hasta quien sabe dónde pueden llegar las implicaciones del choque de estas dos dimensiones.

Hoy no nos damos cuenta de lo que esto puede causar porque lo hemos visto nacer, crecer y reproducirse sin que nos haga daño y por lo tanto no lo consideramos una amenaza, pero la próxima generación lo tendrá como una realidad cotidiana que permitirá que la nacionalidad virtual sea más importante que la ciudadanía.

Hoy los países se miden por su territorio y población, las redes sociales se miden por su población sin importar su territorio, pero esto claramente tendrá un límite por la capacidad de almacenamiento de datos en el sistema, y veremos como los dueños de warehouse será los propietarios de la “tierra” de estas nuevas naciones.

Lentamente estas naciones adoptarán procesos democráticos y rápidamente habrá un representante de los usuarios en el board de estas corporaciones, y así el poder se irá equilibrando; en menos tiempo veremos cómo estas naciones emiten sus propias monedas para simplificar las transacciones, logrando así emular las instituciones básicas de una sociedad, que seguramente no tendrá filas para atendernos.


Hoy somos colombianos, pero también somos parte de las Pantallas Unidas de Google, o La República Independiente de Facebook, donde recibimos beneficios por el simple hecho de “nacer en ellas”. Debemos prepararnos para esto y comprende que esto no es el gran hermano.

LA MARCA ES MÁS QUE UN ATAJO, ES UNA RESPONSABILIDAD, Columna para P&M

Hace poco en un foro internacional en México, vi una presentación que me dejo un poco impactado: planteaban que la marca era simplemente un atajo para reducir los momentos de decisión del comprador y del consumidor, haciendo que la selección en góndola casi que se eliminará.

Quizá sea cierto, porque el poder que le damos a la marca es tan grande que causa una fuerte influencia en el consumidor, pero reducir la marca al simple hecho de ser un atajo es una misión por lo menos miope.

Como varias veces lo he mencionado, para mí la marca es la representación abstracta de la promesa de satisfacción que le hacemos al consumidor, y es por esto que si ha sido bien definida, ejecutada y sostenida, el consumidor nos preferirá sobre otros productos y servicios; más, es necesario que la promesa se cumpla y la utilidad percibida por el consumidor supere la utilidad de la empresa, de lo contrario la marca es una mentira para el consumidor.

La responsabilidad social tan de moda en estos días, nos plantea que las empresas deben impactar su mercado más allá de las condiciones mismas de su producto, pero parte de la premisa de hacer las cosas bien en el proceso de oferta de servicios (punto que muchos olvida e intentan cubrir con falsas acciones de RSE); la marca y el precio son variables fundamentales en este proceso, porque definen el nivel de satisfacción de necesidades que se ofrece y el costo de oportunidad de lograr este beneficio.

Por esto la marca y el precio, inevitablemente van de la mano: porque el nivel de satisfacción prometido tiene un costo que debe ser pagado, y por esto el precio no sólo es un valor de transacción sino un nivel de información; es por esto que el mundo entero se escandalizó cuando se incendió el edificio de confecciones en Bangladesh, mostrando el incumpliendo de las condiciones básicas laborales en líneas de producción de marcas Premium de vestuario.

Por esto el primer paso de la responsabilidad social es una definición correcta de marca y una determinación justa de precio, y si estos dos no son claros ni mucho menos correctos, no hay actividades de caridad y filantropía que permitan llamarnos una empresa socialmente responsable.

La responsabilidad social va después del cumplimento de la responsabilidad legal, laboral, financiera, de calidad, con los accionistas y obviamente con el consumidor final; el hecho de ser empresarios nos lleva a ser responsables por el producto que entregamos en función de la promesa que hicimos, y esta es tan alta como el precio lo permita, y es aquí donde comienza lo que se llama responsabilidad social, que es invertir recursos en desarrollar mejores condiciones en el mercado, sin que necesariamente esto beneficie la categoría donde estamos; pero es imposible hacer responsabilidad social empresarial sin haber hecho bien las cosas antes.

La respuesta la conocemos y la manejamos todos los días: cumplir la ley, cumplirle a los proveedores, honrar las deudas, cumplirle a los clientes y satisfacer al consumidor, por esto aceptar el concepto que la marca es sólo un atajo es aceptar que el marketing es una herramienta para manipular el mercado a nuestro favor, lo cual sin lugar a dudas nos lleva a ser socialmente irresponsables e irrespetuosos.

Es posible que desde el marketing hayan herramientas que influencien al comprador a tomar decisiones, y sin duda hemos estado tentados a usarlas más de una vez para aumentar nuestras ventas y cumplir nuestras metas, pero sabemos claramente que existe una responsabilidad ética con nuestros clientes: nunca violar su libertad de elección; y también sabemos que al final por más capacidad de influencia que tengamos, la decisión de comprarnos y consumirnos está en la libertad de las personas, como bien lo han demostrado los últimos estudios neurológicos, donde se aprecia que los estímulos afectan ciertas áreas del cerebro pero generan acciones per sé.

Así, el marketing es quizá el eslabón más fuerte del proceso de responsabilidad social de las empresas, al definir productos, promesas y precios reales y concretos para la toma de decisiones del comprador y el consumidor, seguidos de campañas de desarrollo de mercados, poblaciones e infraestructura para un país mejor.


@consumiendo: ¿Para qué estudiar marketing?, para cambiar al mundo logrando satisfacer necesidades.

sábado, 27 de julio de 2013

¿SÓLO 220.000 MUERTOS?, Columna para El Nuevo Siglo

El dato del Centro de Memoria Histórica sobre las muertes en el conflicto en los últimos 54 años es realmente sorprendente: sólo 220.000 muertos. Esta cifra nos hace pensar que el conflicto tiene proporciones mucho menores que inclusive las de cada país de Centroamérica, y que proporcionalmente con nuestra población ni siquiera es un tercio de los nacimientos del año pasado.

Quizá debamos tomarlo como una buena noticia, pero no minimizar su impacto. Este conflicto de más de 50 años nos ha desangrado mucho más que estas víctimas identificadas y es fundamental que comprendamos que pasó para poder seguir adelante: debemos saber la verdad, escucharla y asumir nuestros errores.

El informe detalla muchas cosas y centra el problema en la tenencia de tierras, lo cual deja ver que existen una serie de personas en país que están luchando por la propiedad y la explotación de las tierras, dejando ver la importancia del tema alimentario, minero y petrolero, pero también mostrando un dejo de retaliación de algunos sectores por el poder acumulado por algunos terratenientes, lo cual se ha convertido en un escollo en el desarrollo económico y el mismo proceso de paz.

Si la tierra es el origen de los problemas, debemos tratarla como mejor sea y no como a unos les parezca justo. Para que la tierra sea productiva no puede funcionar con latifundios, como se ha demostrado en el mundo entero, lo cual nos deja con soluciones diversas que llevan a esquemas de latifundios cooperativos, en pos de hacer la tierra rentable, pero esto nos deja en el mismo punto de hace muchos años.

Valdría la pena que se analicen variables como la urbanización y el abandono del campo por las nuevas generaciones de campesino que ya no querían trabajar la tierra, y como esto afecto la estructura de poder agraria y sin duda profundizó el conflicto por medio de minería ilegal, cultivos ilícitos y trabajo de menores.

El conflicto se ha ensañado con los más pobres y sobretodo con aquellos que luchan por continuar en el pan coger. El país debe pensar una visión de nación compartida y de largo plazo, para que todos nos enfilemos en el mismo sentido, donde se comprenda que la riqueza se obtiene con el trabajo de muchos años y que la vida es el valor fundamental.

220.000 personas nos recuerdan que la violencia que hemos vivido no tiene sentido, porque sólo busca tener riqueza inmediata, la cual al final no solo es ilegal sino que requiere quitarles a muchos, inclusive su vida. Quizá 220.000 son pocos, pero nos cambiaron la vida más de 100 millones de colombianos.


Colombianada: Recordemos: las víctimas del conflicto son sólo el 10% de las víctimas mortales en Colombia.

sábado, 20 de julio de 2013

¿SOMOS INDEPENDIENTES?, Columna para El Nuevo Siglo

Hoy se conmemora el grito de independencia, al mismo tiempo que suenan las arengan de múltiples paros en el país, que piden más presencia y apoyo del gobierno nacional; mucho pueden decir que las condiciones en el país no han cambiado, porque lo que buscan estos manifestantes es muy similar a lo que pedía en ese entonces, pero la verdad es que no es lo mismo.

Hoy la democracia vive en Colombia, torpe y débil, pero vive al punto que diversos sectores se pueden manifestar y los medios de comunicación difunden estas realidades.

Es cierto que cada vez estamos más vinculados al mundo y hablar de una soberanía es cada vez más complejo, y si a esto se suma el poder que tienen las minorías, es muy difícil hablar hoy en día de la independencia del Estado; sin lugar a dudas debemos ser parte de diversos organismos mundiales, pero esto ya nos costó una injusticia que desembocó en la pérdida de mar territorial, y las minorías agrícolas y mineras (que no son más del 10% de la población) tiene en jaque al gobierno actual por los errores y omisiones del pasado.

Hoy definir independencia es muy difícil. No somos independientes de tomar decisiones en el proceso de paz, porque múltiples acuerdos globales nos lo impiden, y según las normas es casi imposible entregar recursos a poblaciones vulnerables y más aún ejecutarlos. Básicamente, hoy somos independientes para autolimitarnos.

Hemos decidido no ser libres y estar sujetos a un estado social de derecho y a un marco jurídico internacional, que limita completamente el actuar de los ciudadanos y Estado en la mayoría de las situaciones, pero este es el camino que tenemos y que debemos continuar.

Colombia está en un momento histórico, porque está comenzando de manera formal su postconflicto: la definición de los términos de negociación, las exigencias de las víctimas y de los sectores económicos afectados y el comienzo y profundización de una fuerte violencia urbana; por esto debemos convencernos y convencer al mundo que Colombia no es país desarrollado ni comparable con la realidad de otros, y que por eso no se nos puede meter en estructuras normativas ideales, que al final serán una barrera para la paz.

Hoy somos independientes de España, pero somos dependientes de muchas otras cosas. El costo de los errores del pasado será enorme más si no sabemos concertar este proceso de reconstrucción nacional; quizá hoy estemos oyendo el segundo gran grito de independencia sobre las guerrillas, pero después de los aplausos siempre vienen las peticiones de todos los bandos.

Colombianada: Quizá cese la horrible noche, pero nos quedará la realidad del día a día.

@consumiendo

martes, 16 de julio de 2013

UN HUECO EN LA CALLE - Columna para El Nuevo Siglo

Que una ciudad tenga huecos significa muchas cosas: que la obra se hizo mal, que no se mantiene, que no se le da importancia, y en todos estos casos la responsabilidad del Alcalde es total. Un hueco en las vías de una ciudad es un indicador de que las cosas van muy mal. Un hueco no es otra cosa que un detrimento patrimonial, punto.

Como muchos he tenido la oportunidad de ir a otras ciudades en el mundo y simplemente no hay huecos, porque los gobernantes comprenden que cada vía es un capital que tiene cada ciudad, y que genera productividad, empleo, turismo y sensaciones positivas en la población: no hay nada más desestimulante que ver una calle rota.

La idea de pavimentar las calles permitió aumentar la calidad de vida de las personas en las ciudades, reducir las enfermedades respiratorias y las epidemias por insectos; más fácilmente más de un gobernante se escuda diciendo que es más importante alguna inversión social que sea altamente sensible y con esto argumenta el no invertir en mantener el patrimonio logrado por años, pese a que es claro que el mantener las vías en buenas condiciones reduce más el hambre que los subsidios directos.

Es momento que dejemos atrás los discursos momentáneos por pensar ciudades de largo plazo: una ciudad productiva, eficiente y atractiva genera más empleo y redistribuye el ingreso. Bogotá es sin duda un ejemplo claro de esto, debido a que en los últimos 12 años la malla vial se ha debilitado de manera importante, causando que se quede atrás del resto de las ciudades del país.

Algunos gobernantes dicen que ese es un problema que viene de atrás y que ellos no tienen el presupuesto para resolverlo porque hay temas más importantes, lo cual no sólo es una excusa irresponsable sino una condena a la improductividad de la ciudad.

Ver un hueco en la calle es ver el fracaso del Estado, porque seguramente se dió por el robo de recursos públicos, una mala contratación, malos profesionales y la displicencia de las autoridades, y los ciudadanos simplemente se quejan y los evaden para evitar que su vehículo se dañe, y deban pagar impuesto de rodamiento y costos de reparación de suspensión y llantas.

Quizá todo acabe cuando se condene a la ciudad por el accidente o daño que causó un hueco y que la Procuraduría y la Contraloría revisen el detrimento patrimonial, mientras tanto deberemos explicar a los turistas y a nuestros hijos porque nuestras calles están llenas de huecos mientras nuestras ciudades reciben reconocimientos mundiales de urbanismo y calificación financiera.

Colombianada: ¿Cuántos huecos en su ciudad usted se sabe de memoria para esquivarlos?

@consumiendo

EL COSTO DE LA REELECCIÓN, Columna para Portafolio

“Cuando un ratón pide leche y le dan, después pedirá galletas”, esta frase del común es fundamental para comprender los paros que estamos viviendo y que se le avecinan a este gobierno.

Al igual que en el proceso de reelección de Álvaro Uribe, las fuerzas políticas comienzan a definir sus costos y sus lineamientos de negociación para el mejor postor, donde el gobierno que desea mantenerse tendrá que pagar mucho más por mantenerse en el poder; la diferencia radica en que Uribe tenía una enorme popularidad y no tenía una posición negociadora.

Sin duda el Catatumbo y una gran cantidad de regiones rurales del país han sido olvidadas por el Estado como lo muestra el informe del DANE, donde el 47% de los colombianos rurales viven en pobreza, pero esto no debe ser entendido como una arma política para definir el terreno electoral; claramente el agro ha sido golpeado por muchos elementos como el clima, la pésima infraestructura y las importaciones, pero también hay que aceptar la baja productividad que se  ha desarrollado debido a la tradicional protección de los sectores, que hoy debería ser líderes mundiales y se han quedado en modelos de producción de comienzos del siglo XX.

El Estado debe tener una política clara para sacar de la pobreza a los campesinos y desarrollar un fuerte sector agrario, productivo, competitivo y de talla mundial, que sea un enclave estratégico del futuro de nuestro país y de la seguridad alimentaria mundial, eso no tiene discusión; más lo que hoy se discute es como solventar los problemas de improductividad que se presentan y de financiar el sostenimiento de modelos agrícolas insostenibles.

La pobreza del campo no se arregla con paros ni mucho menos con actos violentos, sino por medio de políticos dispuestos a hacer lo correcto y no enriquecerse en su periodo; siempre se culpa al gobierno central de la pobreza de las regiones, pero poco se habla de la responsabilidad de los alcaldes que se han nombrado y elegido en el pasado y que no lograron hacer el acueducto o el tendido eléctrico de sus regiones; sin duda el gobierno nacional tiene una cuota de responsabilidad, pero no es el único que tiene la solución.

Ahora esta deuda social en infraestructura básica la debemos financiar con recursos de todos los colombianos, logrando sacar a muchos colombianos de la pobreza pero también sosteniendo sistemas improductivos de algunos sectores, porque si bien es cierto que las guerrillas y los políticos están detrás de muchas de estas manifestaciones sociales, también lo están algunos productores que buscan que les financien su falta de competitividad con recursos del erario público.


La agricultura y la pobreza rural es un tema estratégico para el país y requiere soluciones estructurales de una política de Estado y no negociaciones temporales que cuestan billones de pesos a los colombianos y no logran soluciones de fondo. Menos, usar a poblaciones vulnerables y vulneradas como peones en un ajedrez político nacional, donde los medios de comunicación se convierten en amplificadores que benefician a unos pocos.

martes, 9 de julio de 2013

¿DÓNDE ESTAMOS COMPRANDO?, Columna para Portafolio


Cerca del 50% de las compras de la canasta de consumo se siguen haciendo en las tiendas de barrio, la ropa cada vez más se compra en almacenes especializados, los electrodomésticos ahora se compran en
los supermercados; ya casi la compra de libros online iguala la de libros físicos; el cambio es notable.

Los colombianos compran más y de manera diferente. Básicamente el retail financiero, la penetración de tarjetas de crédito y la expansión de centros comerciales cambio el entorno de compra de los colombianos.

Esta semana la ANDI en su foro de Retail abordará estos temas, que son de importancia estratégica para industriales y comerciantes, que en los últimos años han visto como las reglas de juego han cambiado a una dinámica impresionante: hace menos de 20 años los camiones de gaseosa pasaban por nuestras casas a dejar sus productos, la ropa y los electrodomésticos importados la comprábamos en los sanadresitos, las droguerías tenía domicilios pero sólo con efectivo y en Colombia no se contaban 5 megacentros comerciales; hoy las gaseosas familiares en vidrio son difíciles con conseguir, las empresas lácteas y de higiene personal tienen tiendas propias en las ciudades, las cadenas globales están presentes en ciudades intermedias y hasta se puede hacer mercado online.

En estos años hemos visto la consolidación de las marcas blancas de los supermercados, el surgimiento de las tarjetas de crédito del retail, la expansión de los centros comerciales y la consolidación del poder de la tienda de barrio; la eterna dicotomía en Colombia: pese a que el comercio se moderniza, la tienda de barrio cada vez gana más terreno, dejando ver que el fundamento estructural de este canal continúa: 6 de cada colombianos ganan diario, por lo tanto compran diario.

Mientras los supermercados consolidan sus marcas propias, las marcas de consumo masivo abren tiendas directas y lentamente vuelven a sus canales puerta a puerta, mientras las ventas por catálogo ya son cerca del 4% de las compras de los hogares; adicionalmente, las grandes cadenas ya venden gasolina, tiquetes de avión y hasta tiene comunicación celular.

El comprador ha cambiado, porque tiene más capacidad y más crédito, pero también tiene menos tiempo; el comercio ha cambiado globalizándose, formalizándose y modernizándose, pero se mantiene en sus canales tradicionales, causando un sistema de omnicanales novedoso; los productores continúan haciendo productos y presentaciones diferenciadas por canal, y se han especializado en crear productos diferenciales por generaciones.

¿Todo esto ha servido?, enormemente. El mercado no sólo ha repartido la torta sino que la ha crecido: en 2005 un colombiano promedio compraba al mes 250 cosas, hoy compra casi 480 productos; La inflación hace 20 años era cercad al 30%, hoy es cercana al 2%; hace sólo 10 años había registradas en el mercado 60.000  marcas y hoy hay más de 210.000.



Así el comprador ha cambiado y el mercado también, permitiendo una mayor libertad de elegir; ahora la pregunta que queda por responder es, ¿Cuál es el número mágico de cantidad de productos, marcas y medios de pago por categoría que hace que el comprador sea realmente libre, sin estar limitado para elegir y sobreofertado para no saber que decidir?, ese es el actual reto entre productores y comerciantes, para lograr un consumidor colombiano satisfecho.

sábado, 6 de julio de 2013

¿ES COLOMBIANO?, Columna para El Nuevo Siglo

Es curioso: en el mundo entero nos felicitan por los éxitos logrados y nosotros no creemos ni aceptamos lo que ha pasado.

Cómo siempre cuando se sale del país, nos preparamos para que en inmigración nos demoren, hablen mal de nuestro país vinculándolo con narcotráfico y la gente de uno u otro modo sea distante y precavida con nosotros; pero últimamente esto no es así, por el contrario nos felicitan por el gran cambio del país, la reducción del problema de violencia y nos califican como grandes líderes y empresarios.

Hace 10 años teníamos más pobreza, más inflación, menos capacidad adquisitiva, más violencia; inclusive estos mismos indicadores hace 5 años también eran peores que los de hoy. Esto lo ve el mundo entero, pero nosotros no hemos comprado este cambio, no lo hemos aceptado y mucho menos nos hemos apropiado de ello.

El futuro de Colombia sin duda pasa por el fin del conflicto armado, la estabilidad macroeconómica, el fortalecimiento del sector privado, el aumento de la capacidad de compra, la cobertura de servicios sociales y la reducción de pobreza y desigualdad, pero sobre todo pasa porque los colombianos aceptemos que hemos mejorados  y nos sintamos orgullosos de ser colombianos y que nos vinculemos para ser parte de este cambio.

Hoy es mucho más fácil decir en el extranjero “soy colombiano”, con orgullo y la frente en alto, y debemos lograr que todos los colombianos comprendan y abracen esto; tenemos que ver lo que ha pasado, ver los logros, los cambios, los beneficios y no solo quedarnos en los problemas que aún tenemos y que sin duda son muy profundos.

Para esto hágase estas preguntas: ¿hoy puede comprar más cosas que hace 10 años?, ¿hoy sus amigos tienen mejores económicas que hace 10 años?, ¿su familia está afiliada a algún sistema de salud?, ¿hace cuánto no es afectado usted, su familia y amigos por el secuestro?, ¿el valor de su casa es mayor o menor que el de hace 10 años?, ¿hace diez años como veía el país?, ¿hoy cómo ve el futuro de Colombia?; estoy seguro que esta pequeña reflexión le abrirá los ojos de todo lo que hemos cambiado, y sin duda se dará cuenta que usted ha tenido mucho que ver con eso, porque ha trabajado más, ha sido más prudente en sus compras y con su endeudamiento, ha invertido en educación para usted y sus hijos, y está pensando en invertir de alguna manera.

Aceptémoslo: hoy más que nunca podemos decir con la frente en alto que somos colombianos, porque todos hemos puesto pequeños granos de arena en pos de un mejor país; aun el reto es grande y los problemas son enormes, pero debemos potenciar nuestro mayor activo: nuestra gente, y eso solo hacemos cuando ellos se den cuenta la inmensa mejora que hemos tenido.

Colombianada: hoy haga una cosa: dígale a alguien un cambio positivo que haya visto en Colombia, en vez de hablar mal de algún político.

@consumiendo

martes, 2 de julio de 2013

¿Cuál es el valor de los alimentos?, Columna para Portafolio.co

Hace pocas semanas salió el listado de las empresas más valiosas del mundo, siendo claramente consistente con su valor bursátil; dentro de este listado surge una peculiaridad y es que los alimentos son los menos valorados, lo cual simplemente es inconcebible y muestra como el mercado ha perdido sus prioridades.

La mayoría de los personas están dispuestas a pagar un precio por un producto que es superior a su costo por el deseo de identidad, unicidad y exclusividad, pero esas mismas personas consideran que el precio de un alimento debe estar ajustado a los precios de mercado, pese a que es claramente más importante pagar por los mejores alimentos posibles.

Esta asimetría nos lleva a una profunda reflexión: ¿por qué cuesta menos estar alimentados que estar actualizado?

Claramente los alimentos se producen "libremente" en el entorno y por miles de años no pagamos por ellos y los consideramos casi inagotables, y lentamente comenzaron a aparecer los jornales y los productos industriales, causando que comprendiéramos que el hecho de recoger y distribuir los alimentos, hacerlos crecer y madurar efectivamente tenía un costo, pero esto no fue suficiente para que pasáramos de aceptar que este costo debe tener implícito el verdadero valor de los cosas.

En Colombia los alimentos son los que llevan el ritmo de la inflación, no sólo por sus ciclos agrícolas, sino porque pesan cerca del 30% del IPC; así, es claro que entre mayor sea el cambio de precios de los alimentos más lo sentirán las personas que tengan menos ingresos.

Ahora la pregunta es clara: ¿Cómo hacemos para el mercado comprenda el verdadero valor de los alimentos?, es obvio que podemos vivir sin muchas cosas pero no sin ellos, pero eso no se ve reflejado en su precio y mucho menos en su valor, el cual si está siendo discutido (quizá equivocadamente) en la mesa de La Habana.

El futuro de Colombia pasa inevitablemente por la comprensión de su frontera agrícola y la imperiosa necesidad de la autososteniblidad alimentaria, más los procesos de construcción de riqueza en el país han sido contradictorios en este sentido. Ya hace muchos años el mismo Hernán Echavarria planteaba un esquema de rentas presuntivas para hacer rentable el campo y hoy el debate sobre la productividad de la tierra y las reservas campesinas parecen contradecirse.

El futuro del hombre es el hombre en su mismo, y por esto los bienes que hoy consideramos baratos serán los que marquen la diferencia estratégica de las naciones; nos hemos confundido con la imagen de los productos de altos costos de producción y no hemos comprendido que en la administración de la naturaleza está el futuro de la economía.


Los alimentos serán la pieza fundamental del crecimiento y desarrollo de las naciones, pese a que algunos sigan en el sofisma de la tecnología, las comunicaciones y el confort; Colombia está a tiempo de sembrar su futuro y asegurar su posición geoestratégica en el mundo, y todo comienza por comprender que la naturaleza nunca ha pensado en pequeñas parcelas, ya que la rentabilidad por hectárea sólo existe en ecosistemas amplios y no lo que queremos limitar con un alambre de púas, o de lo contrario los costos de los alimentos colombianos serán tan altos que perpetuaremos la pobreza, la inequidad y la ineficiencia; no podemos confundir la paz de hoy con la condena del futuro.

¿MAL PRESIDENTE?, Columna para Portafolio Recibidos x

¿Mal Presidente? Por Camilo Herrera Mora En un chat de unos amigos muy inteligentes e informados, leí que estamos en un “Rookie Time”...