sábado, 30 de septiembre de 2017

¿ESTA EN EL ARROZ EL FUTURO DEL MERCADEO EN COLOMBIA?, Especial para P&M

¿ESTA EN EL ARROZ EL FUTURO DEL MERCADEO EN COLOMBIA?
Por Camilo  Herrera Mora
Presidente de RADDAR Consumer Knowledge Group
Septiembre de 2017
Especial para P&M

El consumo masivo está en una revolución enorme y el mercadeo como lo conocemos está cambiando mucho. El mundo digital ha causado muchos cambios en el proceso, y es evidente que estamos en un momento de inflexión importante, más aún ante las decisiones de grandes multinacionales de eliminar el cargo de Marketing Chief Officer (CMO), para volverlo mucho más comercial.

A esto se suma que lo insumos son cada vez más importantes y visibles, desde las tendencias saludables que tienen al azúcar, la sal, el sodio, el gluten, el asbesto, los plásticos y otras miles de cosas en revisión, dando pie a un enorme salto del mercadeo que por múltiples razones ha estado enormemente atrasado: el mercadeo B2B.

El mercadeo de los insumos, commodities, los empaques e incluso las moléculas, se presentan como la nueva frontera de expansión del  horizonte de las marcas. Hoy por hoy, vemos estos como cosas sin “identidad” ni “diferenciación”, pero para el consumidor esto comienza a cambiar. Existen dos muy buenos ejemplos para comprender esto; el primero es Intel, que claramente ha logrado posicionar sus procesadores incluso por encima de las compañías de computadores, con un desarrollo de marca que llega incluso a tener un registro auditivo definido. El otro caso y mucho más cercano, es el del arroz en Colombia.

En casi todos los estudios de percepción de marca, Diana, Roa y Florhuila quedan listados entre los primeros desde el Top of Mind hasta la marca más Recomendada. Lo cual es el resultado de un proceso de posicionamiento increíble y digno de caso de estudio mundial, porque en el fondo en un producto básico, en el que la mayoría de las marcas usan el color rojo en sus empaques y sus presentaciones son casi iguales, siendo al final un producto 99% similar y que depende enormemente de la cocción que haga cada persona de él.

Pese a esto, sus marcas son reconocidas, amadas, defendidas y recomendadas entre amigas y generaciones. Esto nos lleva a una reflexión obvia: debemos aprender del mercadeo de arroz en Colombia; porque han logrado transformar una categoría básica, en una de las más fuertes en concepto de marca.

Es cierto que casi todos los colombianos comen arroz una vez al día, pero también es cierto que casi ninguno de ellos puede probarlo y decir de qué marca es.

Esto se logra comunicando consistentemente bien, hablando de diferenciales marginales y creando un “Story Telling” claro. El Señor Roa, la novela de Diana y la imagen de Florhuila, han logrado convertirse en parte del imaginario nacional, gracias a la continuidad de sus bases de comunicación y calidad de producto. Lo que nos recuerda casos como las campañas de “él tuvo, tuvo la culpa” (Pavco), “(los gorgojos que dicen) si es Pizano, es pura calidad”, o, “ 15 minutos viniltex de Pintuco“, dejándonos ver que el tema del mercadeo de los productos intermedios y básicos es parte de nuestra identidad de mercado, pero se volvió menos “play” y los marketeros talentosos prefieren irse a las marcas de consumo masivo, porque es más “cool” decir que se trabaja con el mejor champú, que con un cemento, pero Argos ya está transformando eso.

Comprender que debemos preparar profesionales de mercadeo para posicionar marcas de productos intermedios es fundamental para nuestro futuro, más aún cuando en una simple revisión de datos, se puede ver que más del 90% de las empresas colombianas son micro y pequeñas, que se dedican mayormente a vender productos primarios o intermedios.

El futuro del mercadeo está en el B2B, y para eso tenemos que aprender mucho de los arroceros colombianos. Así suene extraño.

martes, 19 de septiembre de 2017

MOVAMOS A BOGOTA, Columna para Portafolio

Movamos a Bogotá

Por Camilo Herrera Mora


Bogotá es uno de los grandes culpables del freno de la economía; la ciudad es más o menos el 38% del gasto de los hogares, el 27% del PIB y el 18% de la población, y su bajo desempeño tiene frenado al país.

Las cifras de la confianza del consumidor son elocuentes, dejando ver el alto nivel de incertidumbre en los hogares capitalinos. Eso tiene su origen en muchas cosas: la alcaldía de Petro que fue un proceso de ingobernabilidad muy costoso, la reducción de la construcción ante la incertidumbre del POT y el decreto de construcción en altura; la salida de muchas empresas a la periferia de la ciudad, generando empleo por fuera del casco urbano y el registro de por lo menos 450.000 carros nuevos entre 2013 y 2017, que ha reducido la movilidad a niveles insoportables. A esto se debe sumar la ingenua promesa del metro por parte de Samuel Moreno a su electorado y más aún su total incapacidad para comenzar a construirlo.

Esto hace que los bogotanos estemos completamente desesperados en una ciudad, que cada día es más costosa por el aumento continuo del valor los predios, viviendo en una ciudad de anuncios y no de hechos desde hace más de 13 años; a lo que debe sumarse que somos la residencia del presidente con la peor popularidad de la historia. Todo esto, sumado a la corrupción, malas obras y otros esperpentos, tienen al ciudadano casi deprimido.

“Bogotá es una ciudad de nadie”, ese es el diagnóstico y nos hemos quedado con esa idea tan mediocre. El gran síntoma que debemos atacar en este momento es la movilidad, porque tener mejor movilidad significa darles tiempo y calidad de vida a los bogotanos. El empleo se genera si aumentan las ventas y la producción, y eso vendrá en parte de la recuperación del estado ánimo de la gente; y la seguridad, es consecuencia del aumento del empleo y de la transformación de cultura ciudadana, que puede comenzar con un cambio en la forma en que nos movemos en la ciudad.

Si yo fuera alcalde de Bogotá, pondría sin dudarlo el pico y placa día completo, con el fin de aumentar la movilidad, y darle a todos los ciudadanos más de 45 minutos de tiempo para hacer lo que consideren correcto; algunos dirán que eso genera la compra del “segundo carro”, pero esto es limitado, por los continuos errores que se han cometido con esta norma; y si, es posible que aumenten las motos y por eso hay que anticipársele. Sin duda, el pico y placa, no es la medida ideal, pero es la más eficiente y realista.

También, me dedicaría a pintar las líneas de la calles, para que la gente se sienta ligeramente forzada a manejar mejor, porque mucho del caótico caos capitalino es culpa de como manejamos los conductores y eso debemos comenzar a recuperarlo.

Mover a Bogotá comienza por las pequeñas acciones que mejoren nuestra cotidianidad y no por seguir esperando las grandes obras: ya se han tapado algunos huecos, los drones ayudan a levantar los croquis de tránsito, debemos animar al bogotano, y hacer que recordemos todo lo que la ciudad ha hecho por nosotros. Por eso: movamos por Bogotá, el país lo necesita.

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