miércoles, 11 de octubre de 2017

NUESTRA ECONOMIA ES MUY EMOCIONAL - Columna para Portafolio

Mientras entramos a semana de receso, se entrega el premio nobel de economía a Richard Thaler por sus trabajos en el componente sicológico en la economía, años después de haberle dado el mismo premio a Daniel Kahneman por investigaciones en el mismo sentido.

La semana de receso es una de las cosas que demuestran nuestra irracionalidad económica. No existen fundamentos lógicos, históricos o culturales para tener esta semana, pero se creó con la idea de hacer un descanso a mediados del semestre, emulando la semana santa. La idea se fundamenta en la necesidad del descanso y la diversión, pero olvido completamente la jornada laboral de los padres y la productividad de las empresas.

Hace tiempo escribí en un ensayo que Keynes se equivocó al plantear su concepto de consumo marginal, no por el concepto per sé, sino por llamarlo “consumo”, ya que no se puede decir que este en función de los precios y de los ingresos, pero el “gasto”, sí. Desde entonces se llama consumo de hogares a lo que se debía llamar gasto y perdimos décadas de diferenciación de dos comportamientos económicos fundamentales: el acto de compra y el consumo.

Las razones por las que se compra una cosas, son completamente diferentes a las de su consumo, y eso es lo que han demostrado Kahneman y Thaler por medio de la economía conductual, dejando ver que el “homo economicus” no es un agente racional y que las variables económicas tienen un enorme componente emocional en su comportamiento, donde se puede afirmar que la dinámica del PIB es la suma de las decisiones emocionales de las personas, porque las inversiones, gastos y compras de los agentes, están más en función de estado de ánimo y que de su ingreso disponible.

Hoy vivimos esta realidad, porque las percepciones han superado la verdad de las variables económicas, influeyendo en ellas, aumentando la incertidumbre y la desconfianza en los industriales y los consumidores, pegándole a las inversiones y el gasto. Si se le dice a un inversionista que el país va mal, este deja de invertir, más un si se lo dice alguien que le genere credibilidad. Es sencillo: es mejor creer en una mala noticia que en una buena, porque la primera nos protege, mientras la segunda no nos sirve para nada.

Le han mentido tanto a la gente, que hoy los hogares creen más en esas falsedades que en los hechos que demuestran que ya pasamos lo difícil y que el ajuste macroeconómico lo sacamos barato gracias al trabajo de nuestras instituciones.

Hoy se puede decir que el consumidor esta mojado, el comprador con gripa y todo está lleno de barro después de la tormenta, y debemos levantar el estado anímico del mercado y eso se hace mostrando la verdad, pero estamos en un momento donde los candidatos dicen que el país está en crisis y que solo ellos nos puede sacar de allí, con las mentiras y convenientes exageraciones de la campaña presidencial.

Es verdad que el tema comportamental define la economía desde siempre, como ocurrió con los tulipanes en Holanda, pero solo hasta ahora comienzan a reconocerlo academice y públicamente, y es necesario que en nuestro país lo hagamos prontamente.

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