sábado, 7 de enero de 2012

NO ME GUSTAN LAS PROHIBICIONES, Columna para El Nuevo Siglo

El debate sobre la prohibición de porte de armas en Bogotá es positivo pero parte de una premisa que no he podido entender: ¿Por qué tenemos que prohibir, restringir y limitar a las personas?

Sin duda hay que hacer algo con las armas, pero las armas no matan personas, las personas matan personas.
Tener que limitar las libertades de las personas significa que no confiamos que los ciudadanos sean capaces de manejar sus derechos y deberes, por el hecho de que algunos no lo hacen, causando que muchos sean “culpables” por los actos de otros.
Debemos construir una sociedad positiva no restrictiva. Debemos educar no limitar. Debemos construir no cercar. Cada restricción causa más delincuencia – porque la define como tal -, genera más violencia y restringe a las personas, pese a que su sentido sea bueno, su aplicación casi nunca es correcta.
Por esto personalmente considero que el rol de los mandatarios de este país no debe ser policivo, debe ser formativo. Dictar normas para solucionar los problemas, no los soluciona, simplemente los define, limita y cierras las opciones de solución. Las normas ya existen, logremos que los ciudadanos las apropien, logrando que entiendan el porqué de la norma y su impacto positivo en la vida de cada uno de nosotros.
El tema no está en el delito, sino en que la ciudadanía no ha comprendido el sentido de muchas de las normas, y por esto las obvia o no las respeta; tal es el caso de los pasos peatonales, donde las personas pasan por donde quieran sin importar si arriesgan su vida o no, pero tan pronto algo pasa, termina siendo culpable el conductor.
Las normas son mecanismos de interacción social y de reconocimiento de los derechos y deberes del otro, para que podamos vivir libremente bajo la sujeción del respeto de los deberes y derechos del otro; por esto cada vez que limitamos, reducimos nuestra calidad de vida y causamos una serie de instituciones que son costosas y que después tenemos que combatir de una u otra manera.
Evitemos limitar a la personas. Pongamos a cada ciudadano en el puesto que le corresponde: como un sujeto de deberes y derechos, pero no lo sujetemos más, por el contrario logremos que sea un ciudadano constructor de sociedad y no un preso de las normas.

Colombianada: lo curioso es que son los gobiernos que se dicen de izquierda los que más prohíben y restringen.

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