miércoles, 19 de noviembre de 2014

AUTOMOVILES, Columna de Análisis para Portafolio.co

Estamos en el Salón Internacional del Automóvil en Bogotá, en un año en que las ventas de carros han recuperado su dinámica, gracias a mejores propuestas en el mercado y a un efecto estadístico causado por un 2013 muy lento en ventas.

El aumento del ingreso per cápita de los colombianos y la reducción del precio de los carros en Colombia, nos lleva a una situación concreta: cada vez habrán más carros en Colombia y esto no ha sido comprendido por las autoridades municipales, que se limitan a ofrecer medidas restrictivas, bajo la premisa de no tener presupuesto para construir más vías. Si a esto se le suma el atenuante que cada vez hay más personas en cada ciudad y que en los metros cuadrados donde existían 4 casas, hoy se construyen edificios para más de 30 apartamentos, es evidente que la densidad y el flujo de movilidad está cambiando.

El automóvil es un elemento propio de la modernidad y ha demostrado su capacidad para ser menos contaminante y más funcional, lo cual aunado a que es uno de los sueños propios del colombiano promedio, se convierte en un activo muy atractivo para el mercado, pese a que claramente ya no es una inversión de largo plazo, sino una forma de aumento de patrimonio o un mecanismo de ahorro, que adiciona beneficios tangibles e intangibles día a día.

Según diversos estudios, es claro que el parque automotor se encuentra concentrado en los estratos 2, 3 y 4, demostrando que no es un activo para ricos; situación que permite considerar que el parque automotor no solo crecerá sino que penetrará aún más las poblaciones de bajos ingresos y las ciudades intermedias y pequeñas, ya que hoy solo está presente en el 14% de los hogares.

Quizá el paso más importante que debe dar la política pública es dejar de ver el carro como un enemigo de la ciudad y comprender los enormes beneficios que causa a la urbe como fuente de movilidad, generación de ingresos y mejora de calidad de vida de las personas; sin duda existen efectos negativos como la reducción de la velocidad media en las vías y la contaminación, pero estas no pueden ser atribuidas solamente al vehículo, ya que ambas tienen un enorme contenido de política pública, ya que el verdadero contaminante es el tipo de gasolina que se tiene en el país y el congelamiento de construcción de más kilómetros de calles en las ciudades, pese a que es evidente el crecimiento del parque automotor, situación que se aceleró con la medida de pico y placa.

Paso seguido usar a las personas a usar el automóvil como debe ser, porque saber manejar no es saber conducir correctamente; uno de los grandes focos generadores de trancones es el incumplimiento de las normas de tránsito, siendo esto un espejo de las falencias en cultura ciudadana que tenemos: la verdad un letrero de pare o un semáforo en rojo no requieren mucha explicación, pero parece que si hay muchas excusas para obviarlos.

La cultura del carro es parte del futuro de Colombia y no nos estamos preparando para ello. Habrá cambios en su combustible, forma, tamaño, peso, diseño e inclusive en su capacidad de conducción independiente, y esto dinamizará el mercado aún más. El carro no es el enemigo, el enemigo es no saber usarlo correctamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿MAL PRESIDENTE?, Columna para Portafolio Recibidos x

¿Mal Presidente? Por Camilo Herrera Mora En un chat de unos amigos muy inteligentes e informados, leí que estamos en un “Rookie Time”...