sábado, 16 de agosto de 2014

DE MARIHUANA, Columna para El Nuevo Siglo

No sé si estar a favor o en contra de legalizar su consumo, ya que en Colombia fue permitido tomar licor y fumar casi sin restricciones por muchos años, y desde hace unos años ha tocado regular estos mercados fuertemente para desmotivar su consumo debido a sus impactos en violencia, accidentalidad y salud pública, entonces parece un tanto equivoco permitir el consumo de una nueva sustancia a sabiendas que deberá ser regulada en el futuro para desmotivar su uso.

Comprendo la defensa de la libertad individual y he leído algunos estudios sobre el bajo impacto que tiene el consumo de marihuana en la generación de violencia o en la salud de quienes la consumen directa o indirectamente, y esto puede parecer suficiente para afirmar que no hay ningún problema en permitir que se consuma, más esto no parece ser suficiente para que la comunidad científica mayoritariamente apoye estas medidas a nivel mundial, y realmente parece que se ha convertido en una lucha ideológica de algunos sectores políticos, que realmente en la solución a un problema de mercado y de libertad de elegir de las personas.

El paso de Uruguay aceleró el debate, motivado por las diversas votaciones en los Estados Unidos en los últimos años, que han permito que su uso medicinal sea permitido, dando el primer paso a su liberalización. Mayormente, los fumadores de marihuana no son personas violentas, ni antisociales, sino individuos que buscan una nueva estimulación o entretenimiento en su vida, al punto que un reciente estudio mostraba que sólo el 20% de los consumidores eran adictos.

¿Qué hacer?, comenzar por el principio. Comprender que quienes la consumen no son criminales, sino que está violando una norma que consideran incorrecta porque desde sus convicciones consumir marihuana no afecta a nadie y es una decisión individual, y que tiene raíces ancestrales muy profundas, tal como ocurre con el cigarrillo, los licores y la prostitución, que si bien son socialmente debatidos, están arraigados a procesos culturales milenarios, que con un sistema de leyes simplemente no se van a acabar, sino que causa un nuevo delito, una asimetría económica y por ende un mercado negro con todas sus implicaciones.

Si comprendemos que la demanda no es la mala en esta situación, es más fácil abordar este debate naciente que nos plantea un reto sociopolítico enorme sobre regular de manera equilibrada las tradiciones ancestrales que hoy consideramos inmorales o peligrosas para la salud pública en caso de excesos de consumo. Quizá estamos frente a una de las reflexiones filosóficas más importantes de nuestra generación.

Colombianada: decir que fumar marihuana es la entrada a la drogadicción, es como decir que ver porno es la entrada a adicto sexual.

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