martes, 14 de mayo de 2013

EL GRAN DEBATE DE LA CONFECCIONES, Columna para Portafolio


Después de la caída del edifico en Bangladesh, la BCC salió a las calles de Londres a preguntarle a las personas si les afectaba que los productos que usaban eran hechos por personas a las que se les pagaban bajos salarios, y la respuesta más común de este pulso de opinión (no encuesta técnicamente hablando) fue que les era indiferente siempre y cuando el producto mantuviera su calidad.

El problema de las confecciones baratas no se ha enfrentado como debe ser por las condiciones de los acuerdos comerciales vigentes, pero es claro que desde hace mucho tiempo existe un dumping social o laboral en esta industria, que hace que las grandes marcas globales paguen por un menor costo laboral sin importar el fundamento de este proceso. Adidas y Nike lo experimentaron hace unos años y dieron una lección importante pero tardía, Disney lo hizo con un nivel de estándares de calidad y laborales muy complejos y Mattel debió ajustarse después de una producción de juguetes con plomo.

Colombia claramente es parte de este proceso. En una época fuimos la maquila de muchas marcas, solo se quedaron aquellas que valoraron la calidad del proceso como el caso de Levi´s con C.I. Jeans, pero muchas se fueron a Asia buscando mejores precios, pasaron al Magreb y a El Salvador, lugares donde nunca se ha evaluado conscientemente el costo laboral de las líneas de producción.

Nuestro país cada vez más se aleja de ser un productor barato por muchas razones: nuestra mano de obra es más calificada, nuestro ingreso per cápita es más alto, nuestras normas laborales son más robustas, nuestra infraestructura no permite la competitividad (a excepción de Barranquilla), y las marcas locales son fuertes. Pensar que somos Bangladesh, Argelia o El Salvador no es correcto, porque acá se logró pasar del proceso de maquila al de construcción de marcas, y por eso muchas de nuestras líneas de producción locales ya no sirven para maquila.

Colombia es un país de confecciones de calidad, diseño e identidad, y el mundo comienza a reconocer eso lentamente, y por eso nuestras exportaciones de confecciones se  han reducido en volumen pero aumentado en valor, mucho más allá del efecto de la revaluación, como claramente lo ha demostrado Inexmoda.

El mundo lleva mucho tiempo evadiendo un debate sobre el costo real de producir una prenda y el costo mínimo que un empleado debe recibir, y mientras esto pasa muchas empresas aumentan sus utilidades y los consumidores son engañados con precios aparentemente bajos. La industria de la confección ha sido el motor de innumerables revoluciones históricas, y es momento que lidere una más: la del costo justo.

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