sábado, 19 de octubre de 2013

RESPONSABILIDAD SOCIAL INDIVIDUAL, Columna para El Nuevo Siglo

Mucho se ha hablado sobre la Responsabilidad Social Empresarial, que algunos la definen como el deber social de las empresas por asegurar la sostenibilidad del mercado en el futuro, con acciones que van más allá de las normas y del mismo rol del estado; pero poco se ha hablado de la responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros en el mismo proceso.

Claramente nuestro debe es simple: asegurar que las siguientes generaciones tengan un entorno por lo menos similar al nuestro o mejor. Desafortunadamente nos hemos acostumbrado a delegar esta responsabilidad al sector privado y a los gobiernos, porque consideramos que nosotros no tenemos la capacidad (o no nos importa) este deber.

Los procesos de ciudadanía son sólo los mínimos fundamentales que debemos cumplir para funcionar en la sociedad; la votación, la participación, el pago de impuestos y el cumplimiento de las normas, pero esto no es suficiente, porque tenemos un deber superior a tan solo acatar lo normativo: debemos asegurar que la siguiente generación tendrá por lo menos las mismas oportunidades que nosotros.

El concepto de RSI es joven aún pero comienza a tener mucha fuerza y más aún con las nuevas generaciones que saben que sus antecesores no cumplieron con esta misiva y les toca un mundo mucho más complejo.

¿Qué podemos hacer para cumplir con la misión?, quizá hayan dos premisas fundamentales que valga la pena explorar: (1) enseñar todos los días algo a alguien, y (2) asegurarse que alguien tenga las mismas oportunidades que uno tuvo. Dos premisas difíciles de cumplir, pero que sin duda ayudan a conservar el ecosistema socioeconómico en el que vivimos y reduce el riesgo de pérdidas en el sistema.

Hay temas obvios como sembrar árboles, manejar mejor los residuos y hasta consumir lo necesario, pero hay espacios donde podemos aportar mucho a aquellos que no fueron favorecidos, quizá porque la generación anterior no cumplió con su cometido. Hay muchas asociaciones donde podemos hacer esta labor o quizá simplemente ayudar con la cotidianidad del ejemplo a un  grupo al que podamos influenciar.

Lo importante es que al final del día podamos decirle a la almohada que hoy también mejoramos al mundo con una simple acción.

Colombianada: alguna vez oí que “debemos aportar nuestro grano de arena, pero que no lo hagamos en el ojo de otro”.

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