sábado, 19 de julio de 2014

¿SARCASMOS?, Columna para El Nuevo Siglo

A veces pienso que simplemente no comprendemos las normas y puede que la única forma en que comprendamos lo que hacemos, es mostrarles a las personas lo que hacen o no hacen correctamente, en el lenguaje más contundente de todos: el sarcasmo; porque el ejemplo ya no sirve de nada, ya que perdimos la vergüenza. Un buen ejemplo es el entorno del tráfico, las vías y los peatones.

De niños nos enseñaron que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta y esto lo queremos aplicar en la vida y simplemente es imposible, porque las normas eliminan esa posibilidad para lograr que las cosas se hagan bien o simplemente se proteja la vida, pero aun así vemos a las personas pasando las avenidas caminando rápido como entre brincos, con una risa de picardía ignorante, dejando ver que saben que hacen las cosas mal pero se sienten felices porque ganaron tiempo al cruzar por la mitad de una vía con carros a altas velocidades.

Lo mismo pasa con las direccionales, que son unas luces que tienen los carros que nadie usa para nada; esas lucecitas tienen como función informar que se va a cambiar de carril, girar hacía otra vía o inclusive parquear, pero la gente no las usa porque en Bogotá – particularmente – esto causa que el carro del lado acelere más, el de atrás pite desaforadamente y alguno hago lo imposible por no dar el paso para no perder su puesto en la gran carrera que está corriendo.

Otro bello ejemplo de nuestra estupidez antinormas lógicas que funcionan en el mundo entero y acá no, es caminar por la calle; quizá es un rezago de la gente que vivía en los pueblos o por la baja presencia de carros en ciertas ciudades o barrios y seguramente la desastrosa situación de muchos andenes, pero cada vez se ve más gente caminando por la calle arriesgando su vida a que una moto pase jugando el juego de oca y se la lleve por delante.

Así, nuestros peatones simplemente ponen su vida en riesgo todos los días, por estar más cómodos, llegar más rápido y lograr una picardía más, que quizá sea el único logro de ese día. Nuestros conductores se sienten que viven en una carrera continua donde lo único claro es que ellos deben ser los primeros y que los semáforos en amarillo (inclusive en rojo) son adornos de la ciudad, como lo son muchas señales de tránsito.

¿Qué hacer?, quizá campañas como “no gaste en luces direccionales, compre un carro más barato”, o “no ceda el paso, porque perderá la carrera”, o quizá “peatón, corra más rápido y sonría más”, funcionen de algo, porque sin duda decirle a personar que no respetan su propia vida que respeten la de los demás, es muy difícil.

Colombianada: Siempre me he preguntado por qué si la velocidad máxima en Colombia es de 80 km/h, los carros que se venden alcanzan mayor velocidad.

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