martes, 17 de marzo de 2015

¿CUESTA LA TRANQUILIDAD?, Columna para Portafolio

A nadie le gusta pagar por lo que no quiere pagar, pero a veces confundimos estos conceptos. Un buen ejemplo de esto son los parqueaderos, los cuales los usamos para dejar nuestro vehículo en un lugar seguro mientras hacemos algo, pero por alguna razón consideramos que esto no nos debería costar, porque para el banco, el centro comercial o el restaurante les genera un comprador o usuario más; más esto no es del todo cierto, porque ante la escases de parqueaderos la gente copa estos espacios para cosas diferentes que dejar el carro mientras se compra, como por ejemplo, dejar el carro mientras se está en la oficina todo el día.

Hoy la Alcaldía de Bogotá se ha metido en una dicotomía increíble: quiere que los parqueaderos de los centros comerciales bajen sus precios, pero quiere que la gente deje de usar el carro; esto es a todas luces un sinsentido pero a veces los funcionarios públicos comenten estas asimetrías con el fin de cumplir las funciones políticas de su cargo y no con el objeto de una mejor calidad de vida para las personas. Sin duda la mejor opción es que el parqueadero tenga un costo en función a la calidad del servicio que presta, para asegurar su continuidad y buen desempeño, pero si los precios bajan, también lo hará la calidad y sin duda el servicio se verá copado y afectado, logrando un triunfo de imagen pública por un tiempo y después un problema tan grande como los causados por pico y placa. Las políticas públicas deben ser coherentes y racionales, no populistas y sin sentido.

A nadie le gusta pagar por dejar el carro parqueado, porque al verlo así, es un gasto innecesario; más cuando se comprende que esto es para mantener seguro, limpio, cubierto y cerca su vehículo mientras hace compras, el costo de oportunidad de pagar $80 pesos por minuto, es mucho menor que el de cobrar el seguro del robo; por esto son muchas las aseguradoras que apoyan y fomentan la existencia de parqueaderos y cuando una persona ve que se le han robado el carro o la grúa la ha llevado a Patios, lo primero que piensan es “por qué no lo metí al parqueadero”.

Como ciudadanos debemos comprender que la ciudad nos acoge, con sus oportunidades y defectos, como el tráfico y la inseguridad; por esto debemos aprender a asumir los costos de tener y hacer ciertas cosas, y a valorar el verdadero valor de la tranquilidad, como en el parqueo, los seguros, las sombrillas, la salud prepagada o el reservar las sillas del cine, todos costos intangibles de servicios que no comprendemos porque no lo sentimos en la mano o por qué antes eran gratis o consideramos que “deberían serlo”, porque en otros países es así.

La tranquilidad vale y por esto cuesta; vivimos en una sociedad muy diferente a otros países, con reglas que debemos cumplir como no parquear en espacios prohibidos y donde vivimos con los amigos de lo ajeno. Estar tranquilo vale mucho más que un desembolso mensual establecido, significa poder disfrutar lo que se hace plenamente, o ¿Quiere estar en cine en un mala silla, pensando si su carro esta bien?

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