sábado, 1 de agosto de 2015

DE MENTIRAS Y SECRETOS, Columna para El Nuevo Siglo

Todos mentimos y todos tenemos secretos. Simplemente es parte de nuestra humanidad y nuestro mismo sentido animal. Sin ellos no seriamos funcionales en la sociedad.

Por diversos motivos existe un acuerdo tácito en el mundo que mentir y tener secretos no es bueno, es pecado e incluso un delito, y en muchos casos una enorme falta de educación y respeto, pese a que todos lo hacen. Quizá esto ocurre porque no sabemos leer cuando los demás nos dicen mentiras, y preferimos exigir la honestidad absoluta, la dosis coherente de verdad que realmente necesitamos. 

La mentira es un arma social, que al sumarse al secreto, han mantenido a la humanidad en pie desde sus comienzos. Mitos como el Niño Dios son un ejemplo sutil de este fenómeno, que llega hasta el mismo dinero, que no es otra cosa que una mentira colectiva.

La mentira nos permite no herir al otro con una verdad muy dura, y poder modularla hasta que el impacto sea manejable. Mentimos para mostrarnos diferentes en diversas situaciones; algunos se maquillan, se visten, se perfuman y hasta se ponen pelucas, para ser otros o resaltar algunos rasgos mientras ocultan otros. Es delicioso saber que hemos mentido, y que de una u otra manera le hemos ganado en el juego de la verdad a otro, y más aún cuando eso fue beneficioso para ambos y no causo ningún daño. 

Inclusive, una de las formas más hermosas de la mentira, es el silencio; y aún muchos creen qu el que calla otorga, mientras que el callado piensa, analiza y se regocija por dentro de su hermoso silencio

El secreto, es aún más complejo. Porque no es el acto de cambiar una verdad, sino de ocultarla. Saber algo y no decirlo, es un ejercicio de poder, que si se usa sabiamente, es un enorme constructo social para definir entornos de bienestar. Todos nos hemos equivocado, tenemos en el pasado un gran listado de errores o tenemos intimidades que los demás juzgarían de manera equivocada por su filtro moral relativo, porque solo aplica para los demás pero para ellos no.

Guardar un secreto propio es maravilloso, pero guardar uno ajeno es un poder peligroso; claramente sabemos que podemos hacer daño y callamos para hacer el bien a otros. 

Esto hace que la justicia se quede en el escenario de una incomprensión increíble de la humanidad, porque castiga al mentiroso y exige que el custodio de un secreto hable, lo cual tiene sentido por un bien mayor, como proteger los derechos de alguien en caso de una trampa; pero en  muchos casos, la justicia cotidiana, la de los amigos y la familia, forzan a que la verdad quede libre, con la capacidad de matar la calma creada delicadamente por la mentira y el secreto. Mentir y callar, son cosas cotidianas, que nos definen como humanos.

Colombianada: El gran secreto que todos guardamos es la mentira que hemos dicho.

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