sábado, 8 de agosto de 2015

¿INDEPENDIENTES?, Columna para El Nuevo Siglo

“Nosotros somos de la industria independiente”, se oye en las industrias culturales, haciendo referencia a los pequeños productores, que se autodeclaran como tales, ¿pero independientes de qué?

Ser dependiente es que se depende de algo, y ser independiente es que no. Nunca he comprendido a los que se declaran independientes para decir que no son las grandes industrias culturales. Ya los artistas e inclusive a muchos festivales, también lo dicen, porque consideran negativo  “el negocio” para el “alma” del sector, porque se han vendido al mercado y se han vuelto “comerciales”.

Buen ejemplo es el mundo del cine. Los productores que presentan películas “no comerciales”, se autoclasifican como independientes, porque no buscan competir con Hollywood, Londres, Bollywood o el cine francés, porque sus contenidos tienen cargas culturales más relevantes. Este tipo de conceptos ha llevado a profundas equivocaciones en el mercado cultural, y a un esquema de “suplica” ante los fondos públicos, porque consideran que sus películas “si son culturales” y las otras no, y por eso deben existir, y como no son rentables, deben ser apoyadas por el Estado.

Esto es una declaración de víctimas para ser protegidos en un mercado competitivo, donde su oferta de valor tiene un nicho objetivo muy pequeño, y muy difícil de hacer rentable, como es el caso de las revistas culturales en Colombia. Este juego no es otra cosa que un Sofisma, que parte de la premisa que lo cultural debe existir per sé y no puede desaparecer, lo que hace que el Estado lo deba mantener, mientras que el mercado reacciona a otras cosas, generando aún más argumentos para los “independientes”.

Estas “guerras culturales” llevan dándose por años, y fueron el motivo de mi primera columna en este diario hace más de 15 años, y no son otra cosa que la incomprensión de los productores culturales de alta cultura sobre la cultura popular, que olvidan que su sofisticación tiene origen en procesos absolutamente cotidianos y vulgares. Un buen ejemplo de esto son los canales culturales en televisión, que comenzaron con un fuerte espíritu de contenidos de nicho y su audiencia los ha movido a diversificarse y dosificar los contenidos culturales, naturales, de ciencia e historia.

Simplemente no se puede ser empresario sin ser independiente, no se pueden producir bienes y servicios culturales sin satisfacer mercados, y no se puede ser rentable y sostenible en el tiempo si no se satisface correctamente la demanda. ¿Qué se quiere que la gente consuma más productos de alta cultura?, la solución siempre ha estado presente: formen audiencias y dejen de vivir de los fondos públicos, que en vez de desarrollar las industrias, las congela entre sus egos y definiciones de quién es más culturalmente importante que el otro.

Colombianada: Muchas personas del sector cultural se declaran independientes para ser dependientes de los fondos públicos.

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