sábado, 26 de septiembre de 2015

DE PRINCESAS Y CABALLEROS, mi columna para el Nuevo Siglo

Disney se demoró un poco en comprender, que la idea de la princesa de las películas de los cuentos de hadas debía ser revisada, actualizada y proyectada para lo que viene en los próximos años. Hoy las niñas no quieren ser princesas sumisas, quieren ser mujeres.

Esto es consecuencia de todos los cambios de la revolución femenina del siglo XX, que nos han permitido poner a la mujer en un lugar más justo en el mundo, mejorando profundamente nuestra sociedad; pero esto no significa el fin de la feminidad ni de la caballerosidad.

Todo este cambio social, que ha requerido fuerzas extremas, se ha llevado por delante unas premisas básicas, que considero que no deben ser negociables: el hombre debe ser masculino, galante y caballeroso, y la mujer debe ser femenina, amable y toda una dama. Para muchos esto sonará retrogrado, curioso, ridículo e inclusive incomprensible, pero es parte fundamental de los acuerdos sociales que tenemos como género, y es bueno comprenderlo y analizarlo en el nuevo contexto.

El mundo se quedó sin monarquías, pero cada vez más necesitamos que los hombres sean caballeros y las mujeres princesas. Caballeros no de los que salvan a las princesas, porque estas pueden solas de sobra, pero sí de aquellos que son generosos, éticos, con palabra, con modales y gesto correctos, que saben que dar el paso a una mujer o abrirle la puerta, es solo un gesto de respeto y de sana coquetería, porque lo bello de dar el paso a una mujer, es que la podemos apreciar lentamente y ella se encargará, como dama que es, de comunicarse sabiamente. La firma de todo caballero es la firmeza de sus actos y la cortesía de sus acciones: la espada se debe empuñar tan fuerte que no se caiga, y tan suave que no transmita el impacto.

Las princesas de hoy están llamadas a dejarse halagar, a ser cortejadas (no conquistadas) y a cortejar, a liderar, a expresar sus ideas, pensamientos y deseos, a ser consentidas y a ser consentidoras; sin que esto signifique nada más que a todo mujer le gusta ser tratada como princesa, pero solo por el hombre que sabe que es su caballero. La mujer comprende el mundo del cortejo, pero domina aún mejor el mundo de los roles, pasando de ser amiga, a amante, a madre, a líder, a consejera y llegando en muchos casos a ser un firme juez con claras convicciones.

Vivimos en un mundo que tiene hombres sensibles y mujeres férreas, que no puede dejar caer en el olvido que se debe ser princesa y caballero, no por tradición, sino por la clara convicción que la forma en muchos casos habla mucho del fondo de las personas: Trata a tus hijos, como quieres que ellos traten al mundo: si es una princesa, no les pongas tiaras, dale el paso y enséñale por qué; si es un caballero, no le des armas, agradécele por ser galante y firme.

Colombianada: Cuando ella se sienta en la silla que él ha retirado y le sonríe, ambos reconocen en la majestad de cada uno.

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