sábado, 5 de enero de 2013

¡SOMOS HUMANOS!, Columna para El Nuevo Siglo


Siempre me ha sorprendido como diariamente negamos que somos humanos y nos creemos una especie perfecta y superevolucionada, simplemente porque la cultura y la tecnología nos lleven por caminos más veloces que al resto de los animales.

¡Somos animales!, y como animales no podemos adaptarnos a la velocidad que la cultura y la tecnología nos exigen. No refiero a cambios efímeros como tener un celular nuevo o aprender un idioma más, me refiero que estos cambios nos han llevado a ser más longevos y esto es un reto social, económica y de salud sin precedentes en nuestra historia.

En los 1800 la expectativa de vida era cercana a los 40 años y hoy es cercana a los 80, es decir que en solo 200 años hemos duplicado la longevidad de nuestros cuerpos - pese a que nuestra evolución reciente lleva más de 12.000 años -, lo cual más allá de ser un notable indicador de desarrollo y de calidad de vida, es una mutación extremadamente acelerada para nuestra raza, que debe desarrollar condiciones para que este doble de edad sea en buenas condiciones. Es así que muchas enfermedades que antes no eran tan comunes hoy lo son, como el cáncer y todo lo relativo a lo cardiaco, porque nuestro cuerpo esta sobre esforzado porque está diseñado para vivir 40 años y le sacamos el doble de kilometraje.

Lo curioso es que los economistas consideran esto un éxito bajo la premisa de vencer a la muerte y aumentar el tiempo de vida de las personas en condiciones estables de salud; en contradicción este mismo proceso ha llevado a la economía a tener grandes problemas de tipo demográfico, pensional y de costos de salud, poniendo en duda el mismo concepto de calidad de vida.

Es muy difícil decir hasta cuando debemos vivir, o cuantos hijos debemos tener, pero sin duda son preguntas fundamentales para cada uno de nosotros y para la nación en su totalidad, porque la decisión de tener menos hijos, tenerlos a mayor edad y vivir más tiempo afecta de manera directa toda la política pública y no lleva a caminos no conocidos en términos de enfermedades, políticas económicas e incluso de productos.

No olvidemos quienes somos y lo frágiles que podemos ser, al punto que cuando nacemos debemos estar con nuestra madre durante meses antes de poder caminar o comer, como ninguna otra especie lo sufre; hemos evolucionado tanto en los últimos años que quizá no estemos tan bien como creemos.

Colombianada: no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista.

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