sábado, 12 de enero de 2013

TODOS BIEN PERO CON POCO, Columna para La Republica


Según el estudio de pobreza regional del DANE en 2011 la población con La pobreza monetaria fue de 34,1% y la concentración del ingreso fue de 0,548; lo que significa que 3 de cada 10 colombianos están en pobreza monetaria (1 de cada 10 en pobreza extrema) y que nuestra distribución del ingreso es tan mala que la mayoría del ingreso se queda en una pequeña proporción de la población.

Estos datos revisados aisladamente mostrarían un país en problemas, pero es claro que los tres indicadores han mejorado en los últimos 8 años: en 2002 la pobreza monetaria era de 49,7%, la extrema de 10,6% y el Gini estaba en niveles de 0,572, mostrando ser el indicador más renuente a mejorar, ya que la pobreza se redujo en un 31%, la extrema en 39% y la desigualdad del ingreso sólo en 4%.

¿A qué se debe que podamos reducir pobreza pero no mejorar la distribución del ingreso?, como b bien lo plantean Acemoglu y Robinson en “Por qué fracasan las países”, Colombia tiene instituciones extractivas que causan claras trampas de pobreza y riqueza, lo cual se evidencia claramente en los datos de Bogotá.

Es claro que Bogotá tiene las mejores condiciones socioeconómicas de Colombia pero sus indicadores en este estudio del DANE son muy llamativos: Presenta menor población bajo pobreza monetaria (13,1%), la menor cantidad de población en pobreza extrema (2%), pero un Gini de 0,52, lo cual es ligeramente inferior que la nacional pero casi igual que la de Sucre, que tiene una pobreza de 53%, donde Cundinamarca tiene el mejor indicador con 0,458.

Esto sin duda plantea muchos interrogantes sobre Bogotá pero particularmente sobre el abordaje de estos indicadores. Es evidente que si la pobreza en Bogotá en baja, el ingreso medio debe ser más alto que en Sucre y que el país, pero este ingreso se distribuye tan ineficientemente como en zonas de alta pobreza, lo que deja ver que la ciudad tiene instituciones económicas deficientes para distribuir el ingreso, bien sea por la vía tributaria, paratributaria (subsidios no tributarios como los estratos) o de inversión pública.

Los resultados son muy duros: Bogotá ha reducido significativamente su pobreza en los últimos 8 años pero no ha logrado redistribuir el ingreso bien, pese a ser la ciudad que más redujo este indicador; lo cual muestra serios retos a nivel de política pública para construir y reformar las instituciones económicas tangibles e intangibles de la ciudad.

Paralelamente el Cauca se convierte en una alerta enorme. Su pobreza pasó de 57,8% a 62%, la extrema de 24,2% a 34,3% y el Gini de 0,522 a 0,554. Este departamento se deterioró en 8 años, en los cuales el tema de la violencia guerrillera ha sido un efecto que no se debe desestimar, como los cultivos ilícitos y en alguna medida la población indígena, que si bien intenta mantener sus tradiciones, estas las excluyen de los transmisores de política pública.

El reto es claro. Colombia debe construir instituciones municipales que ayuden a mejorar la distribución del ingreso que se ha logrado manteniendo baja la pobreza, pero para poder hacer esto no sólo debe quitarle a los “ricos” sino hacer que los “pobres” aumenten su ingreso bruto sin desmotivar que quieran ser “ricos”, y esto claramente no se logra reduciendo las tarifas de los servicios públicos o regulando los precios de los alimentos. Es momento de hacer políticas sociales que fomenten la movilidad social y no que perpetúen las condiciones de la pobreza.

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