martes, 30 de abril de 2013

MÁS CARROS, MÁS AVIONES, Columna para Portafolio


Bogotá es un gran ejemplo de los errores de planeación. Por algún motivo (seguramente positivo) se decidió que la ciudad debía desmotivar el uso del carro, y por eso desde hace más de 15 años se han implantado políticas restrictivas de movilidad, lo cual no sólo ha demostrado no ser el mecanismo más útil, sino que por el aumento de la clase media, el parque automotor crecerá  constantemente, mientras que la malla vial no.

En el mismo sentido, mientras el país aumenta su ingreso percápita, su penetración financiera y fortalece su moneda, no nos damos cuenta que los viajes en avión aumentarán continua y significativamente, causando que nuestra infraestructura aeroportuaria se quede pequeña.

Lo llamativo es que en ambos casos el problema es de planeación, diagnóstico y prospectiva. Quienes hicieron los estudios de demanda potencial de largo plazo no consideraron que el país iba a mejorar, por el contrario parece que asumieron crecimientos lineales o por lo menos extremadamente ortodoxos, donde consideraban que el país no sería mejor en sólo 20 años.

Hoy el éxito nos atropella. El país es mucho más rico, con mayor capacidad de compra y con más población con mayores recursos, y esto se convierte en choque entre lo inevitable y lo posible: es inevitable que una persona que logra la estabilidad económica quiera tener su carro y es casi imposible manejar por las limitadas vías de la ciudad.

Pensar el país en el largo plazo requiere de optimismo y no de minimizar gastos. Es cierto que los carros contribuyen a la polución, pero también es cierto que es el primer activo del hogar y que beneficia enormemente a la productividad; así, la solución mejorar los sistemas de combustión y no sacar los carros de la calle, por el contrario hacer más avenidas para que el trafico sea eficiente y menos contaminante.

Sin duda muchos dirán lo contrario y defenderán el no uso del carro, pero la evidencia muestra que a medida que aumente el ingreso de los hogares y la clase media, el parque automotor crecerá, y según los datos tenemos el pércapita más bajo de la región. No podemos confundir el cuidado del medio ambiente con las medidas más simples.

Lo mismo comienza a pasar con el transporte aéreo: más barato, más seguro y más rápido, pero con toda la problemática de infraestructura. La tentación es la misma: limitar el número de vuelos, aumentar el tamaño de los aviones o incluso aumentar las frecuencias de vuelos en horas valle. Todas propuestas que se ajustan a la infraestructura existente, porque tememos tomar decisiones fundamentales, bien sea por el “costo” o bien por los problemas de contratación.

Debemos entender que crecimos, mejoramos y tenemos mejores ingresos, y que esto seguirá en el largo plazo. Debemos ser optimistas con nuestro futuro, y planear la infraestructura necesaria en torno a eso: avenidas, aeropuertos, acometidas de agua y alcantarillado, redes de energía, fibra óptica, puertos entre otros. Colombia ya no es un país de ingreso medio, ni con una población pequeña, por esto necesitamos una planeación optimista y realista que haga buen uso de la deuda pública para construir activos que impacten en el ingreso disponible de los hogares. Dejemos de pensar pequeño y limitados a lo que tenemos.

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