martes, 10 de diciembre de 2013

¿NOS DAMOS CUENTA?, Columna para Portafolio.co

Cada vez hay más versiones de “economía” en el ambiente, como la de la mujer, la gris, la verde, la emocional, la digital, la gratuita e inclusive la real. Situación que más allá de ser una moda de poner nombres periodísticos o inclusive promocionales a un concepto, tienen el fondo un exquisito sabor científico, porque se evidencia que la ciencia de la economía ha comenzado a ser útil para explicar fenómenos puntuales, alejándose de los grandes agregados y focalizando esfuerzo en nuevos mercados con fenómenos de escases, factores de producción y agentes económicos que interactúan en marcos regulatorios. La economía como ciencia se está dinamizando.

Una de estas nuevas aplicaciones es la economía de la atención, la cual se desarrolló desde el marketing, pero sin duda tiene implicaciones enormes en nuestra cotidianidad. Es básicamente la aproximación al manejo de la información como un bien abundante pero de escaso recaudo, debido a que la capacidad de las personas de capturar información es limitada y cada vez hay más información.

Este planteamiento de Thomas H. Davenport y J. C. Beck evidencia un nuevo sentido de escases que se refiere a que ante un recurso cada más ilimitado nuestra capacidad de consumo se mantiene constante o inclusive se reduce, debido a que la sobrexposición a información la aisla y bloquea como receptor, y por esto cada vez nos damos menos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor.

Sin duda es uno de los retos del marketing del siglo XXI, pero también lo es para las políticas públicas y económicas, porque su efecto puede llegar a que el mercado no pueda diferenciar que información es pertinente o no y tomar decisiones equivocadas, como ya lo han estudiado los últimos premios nobel de economía, que mostraron que la lectura común de los indicadores macroeconómico no sólo es insuficiente sino que debe ser mucho más dinámico, como en el caso de la deuda de los países desarrollados.

Hoy podemos escoger que información consumir, y en muchos casos podemos definir cual no recibir o percibir; situación para la que no estamos calificados y cometemos errores continuos, confundiendo datos comunes o populares con los relevantes; en el mundo entero crece la tendencia por los científicos de datos ante la necesidad de crear y recrear indicadores que permitan entender mejor los mercados y evidenciar los comportamientos, causas y efectos que los dinamizan; como siempre ser un buen investigador no es tener las mejores respuestas sino las mejores preguntas.

Esta nueva escases dentro de la sobreinformación muestra que a cada momento recibimos datos, conceptos, tendencias, informes de política, noticias y confidencialidades que copan nuestra capacidad de diferenciar lo que es importante y lo que no.

Un buen ejemplo de esto es el dato de inflación que tenemos actualmente en el país y en mundo entero, que al parecer hemos logrado controlar la inflación, más los datos indican que este bajo nivel de cambio de precios tiene orígenes estructurales y puede causar que en algún momento la tendencia cambie, causando efectos en las tasas de interés de todo el mundo: es un dato que indica que viene un choque y que nos tenemos que preparar. Quizá algunos se han quedado con la bondad del dato para el consumidor en el corto plazo, pero es una clara amenaza.

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