martes, 3 de junio de 2014

¿CÓMO VOTAREMOS?​, Columna para Portafolio

Son muchos los ruidos alrededor de la campaña presidencial, donde sin duda ha sido muy exitosa la aparente estrategia del equipo de Zuluaga de anular los discursos y tácticas de Santos, eliminando primero a Rendón como asesor, diciendo que ahora apoya la paz y causando que no hayan diferencias visibles entre los dos candidatos, cooptando a los partidos por su mayor probabilidad de triunfo y quedándose en la centro derecha, viendo como la imagen de Santos se erosiona con las alianzas con la izquierda. Realmente ha sido hábil.

Más, de lo que poco se ha hablado de los resultados electorales de la primera vuelta es de la realidad del mercado electoral y más aún de la posición del elector. Dentro del discurso del proceso de paz, es evidente que es un bien mayor y deseado por todos, pero también es cierto que estamos en una parte del conflicto con muy baja intensidad gracias a lo ocurrido en los últimos 14 años; más si comparamos los datos contra el gobierno Pastrana, las cifras explican la votación: antes había más de 3.000 secuestrados, hoy hay cerca de 300; llegamos a más de 500 civiles muertos en un año y ahora es cercano a los 40; adicionalmente pasamos de cerca de 1.400 masacres al año, a 80 el año pasado. Todos estos datos son escabrosos pero cada vez son menores y hacen que las personas se sientan más seguras y con la percepción que la guerra es menor, y con este concepto les queda muy difícil estar pensando en una negociación de paz, si lo que se evidencia en apariencia es que se puede vencer a la guerrilla.

Adicionalmente, como bien se vio en el mapa electoral de la primera vuelta, los departamentos que votaron por Santos en su gran mayoría están afectados por el conflicto y esto se ha querido leer como una presión de las autodenominadas FARC en el proceso electoral, en vez de interpretarse como votaron por la paz los que sufren la guerra; lo cual se evidencia en que los que no tienen la intensidad del conflicto no están a favor del proceso; básicamente las ciudades no saben que es el conflicto interno colombiano y por eso desde sus cómodas sillas opinan que no se debe buscar una salida negociada al conflicto, sino permitir que las fuerzas armadas los venzan militarmente, sin saber que ninguna guerrilla ha sido vencida en la historia y que de una u otra manera se morirán más personas inocentes; es inevitable no acordarse de las palabras de alias Alfonso Cano diciéndole a Horacio Serpa después del fracaso de las negociaciones en México: ¿en cuántos muertos nos volveremos a encontrar?

Así, es claro que estamos en una situación que más de uno considera simple: no hay riesgo aparente y a la guerrilla se le puede vencer, con algunos daños colaterales de algunos cientos de colombianos muertos más, pero venceremos al final. Lo cual sobra decir que es inaudito, desinformado y mayormente iluso.

La segunda vuelta nos puede recordar una gran lección: el país urbano no conoce al rural, y si bien es cierto que la población urbana es más del 70% de los colombianos, el territorio rural es más del 90% de nuestra tierra, y esa tierra es el futuro de nuestro país.

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