sábado, 9 de mayo de 2015

CANDIDATO Y ELECTOR, Columna para El Nuevo Siglo

Si hay estímulos, hay respuestas. Ser candidato a un cargo de elección popular, significa renombre, posicionamiento, reconocimiento, donaciones y reposición por votos. Todo esto ha hecho que en muchos casos sea un buen negocio ser candidato, donde el único riesgo es no cumplir el mínimo de votos requeridos, y eso en muchos casos, lo asume el partido.

La tentación del poder, la coquetería de la atención, la necesidad de reconocimiento, el hambre del ego y la sensación de importancia, alimenta este proceso, causando que mientras una persona es candidato, en muchos lugares se le trata bien y se le tiende tapete rojo. Por esto muchos parece que tienen de profesión ser candidatos, y después de haberlo probado una vez, está siempre estará ahí.

Los electores no esperan grandes candidatos, sino políticos que cumplan con sus promesas, y de esto se aprovechan muchos, que sabiendo de esas necesidades personales, prometen cosas incumplibles y que nunca podría ser logradas por ellos, aprovechando el analfabetismo político en que vivimos. Simplemente, un alcalde nunca podrá quitar el IVA, un concejal hacer una carretera ni un senador construir un hospital, porque las leyes se hacen entre muchos y sólo el 10% del presupuesto público es ligeramente flexible. Quizá por esto conviene que la gente no lo sepa.

Si se crea un estímulo, alguien estará motiva a actuar. El candidato a vivir el mundo maravillo de la campaña, y el votante a poner sus esperanzas en una persona que le parece justa, correcta y comprometido. El problema es que el mercado político motiva las acciones pero no las consecuencias: si el candidato es electo y no cumple, es casi imposible sacarlo del cargo, y si no gana, el sueño y las esperanzas de las personas que votaron por él, quedaron en el olvido.

El gran perdedor casi siempre es el votante. El que estuvo del lado del ganador, ve como las promesas no se cumplen por diversas razones, y el que perdió solo le queda esperar a la próxima elección, a la cual estará muy poco motivado a participar. Todo esto nos lleva a la imperiosa necesidad de repensar el modelo electoral en el mundo entero, donde casi siempre la abstención es cercana al 40%, mostrando que algunos simplemente decidieron que no harán parte de ese juego, donde casi siempre ellos pierden.

Colombianada: La política es compleja, pero las elecciones son perversas: el que gana olvida, y el que voto y perdió, quedo olvidado.

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