sábado, 29 de marzo de 2014

¿QUÉ HAGO?, Columna para El Nuevo Siglo

Me desperté temprano como muchos colombianos, cansado y sabiendo que me espera un día pesado, donde debo trabajar de la mejor manera para lograr mis objetivos y cumplir mis responsabilidades; el primer sorbo de café en la mañana me recuerda que para soñar no hay que estar dormido y para quedarse dormido en la vida no hay que estar despierto.

Comienzo a trabajar, mientras veo a mis hijos dormidos, plácidamente acostados en sus camas, recibiendo los frutos de nuestro trabajo, y sin saber los esfuerzos que hacemos para que puedan dormir así, estudiar, jugar, sonreír y no ser tocados por la fuerte realidad del día a día.

Sé que debo hacer, sé como hacerlo y sin duda ellos son un gran motivo, y esto hace que día a día tenga la fuerza para mover ese enorme piñón que empujamos muchos para que la gran maquina ande y produzca más y mejor para todos; ¿pero esto haciendo lo correcto, lo necesario, lo suficiente para que las cosas cambien para ellos?

La semana pasada escuche que la economía va bien y la pobreza se ha reducido, que se genera empleo, que el país marcha pese al entorno político, y estoy seguro que esto se debe al trabajo que muchos hacemos todos los días, sin importar que político diga algo o no haga su trabajo; felizmente me doy cuenta que el país en el que fui niño hoy es otro, y que mis papás cumplieron con entregarme un país mejor a mí y a mis hermanos, pero ¿qué hago yo para dejarle un mejor país a mis hijos?

Salgo a la calle y veo una realidad dolorosa: muchos quieren ser primeros, y esta despiadada competencia se potencializa en un egoísmo generado por las oportunidades limitadas, y caímos en una anarquía frente a las normas básicas de convivencia; ya no saludamos, ya no le damos el paso a la mujeres y a los mayores, no respetamos las normas de tránsito y simplemente la civilidad se ha transformado en la optimización de decisiones.

Comprendo que mi trabajo les dará más y mejores oportunidades a mis hijos, pero saldrán a una sociedad rota que requiere ser restaurada, y por más que los eduque con buenos valores y costumbres, el mundo los retará y deberán adaptarse o ser unos parias porque cumplen las normas.

Nuestros padres ayudaron a que el país retornará al rumbo del crecimiento económico y parece que nosotros estamos llamados a la reconstrucción moral y cultural del país, para que la riqueza generada pueda ser generadora de bienestar y no una fuente de temor.

Me tomó el segundo sorbo de café y los veo placidos en su cama, soñando con juegos o recordando lo que paso, y me pregunto ¿Cómo cambio el comportamiento de tantas personas para que ellos tengan una sociedad mejor en sus vida?, quizá si se suficiente que simplemente yo cumpla las normas, sea decente, galante y ayude a los demás; quizá alguno se contagia.

Colombianada: Hacer las cosas bien es ser pendejo, decir lo que pasa es ser sapo y ser cordial es ser lambón; ¿en qué momento aceptamos que ser malo es mejor que ser bueno?

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